Contactanos

Opinión

“Las cartas sobre la mesa”

Staff / La Voz
Por Staff / La Voz - 19 diciembre, 2020 - 10:43 p.m.

A medida que se acerca la Navidad, si hemos tenido una mirada meditativa en este periodo, nos ponemos delante de: “El misterio de la Encarnación del Verbo” anunciado por el Ángel a María, la contemplación de este misterio es el punto de unión de estos días. Vemos este domingo en el segundo libro de Samuel como presenta al rey David con la intención de construir un templo para Yahveh. En un primer momento, el profeta Natán aprueba el proyecto, pero a continuación indica a David que la voluntad de Dios es diversa: no será él, el rey David, quien construirá el templo, sino que será Yahveh quien dará a David, una “casa”, una descendencia y un reino que durarán por siempre. Así pues, David no podrá apoyarse sobre la estabilidad de un templo construido por mano humana, sino sobre la estabilidad que Dios dará a su casa, de la cual nacerá el heredero de la promesa.

El pleno cumplimiento de esta profecía se tiene en Jesús, piedra angular empleada en la construcción del nuevo templo como nos indica en su carta San Pedro. El cuerpo de Jesús resucitado que vive en su Iglesia, es el verdadero templo. Dios habita en medio de nosotros en el cuerpo de Jesús, hijo de David e Hijo de Dios nos dirá San Juan evangelista. Por medio de las palabras del ángel dirigidas a María, nosotros conocemos la encarnación del Hijo de Dios; entramos en contacto con el misterio del Emmanuel, del Dios con nosotros. El misterio escondido por siglos se ha manifestado en Jesús con el fin de atraer a todos a la obediencia de la fe. Porque tanto ha amado Dios a los hombres que les ha dado a su Hijo único.

Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, es el templo de Dios. En medio de la vida, especialmente en este año de pandemia, nos podemos sentir abatidos, atribulados por la presencia de la enfermedad, del dolor, del mal, del pecado, de la muerte, de las penas de la vida. Es preciso, por ello, fortalecer la esperanza y tener presente que, en Jesús, tenemos al Emmanuel, Dios con nosotros. El Verbo de Dios encarnado ha dado su vida por nosotros en la cruz y, resucitado, permanece para siempre con nosotros en la Eucaristía. En el tabernáculo el hombre encuentra el lugar del descanso al final “del vértigo de la jornada”. En la Eucaristía se alimentan las virtudes, se corrigen las costumbres, el alma se llena de gracia para seguir el camino de la vida. Es el misterio de Dios presente que nos escucha y nos acompaña por los senderos de la vida. La Eucaristía es la fuente del amor misericordioso que vence sobre el misterio de la iniquidad. Que nadie se sienta solo. Que nadie desespere ante sus problemas, dificultades, de su salvación, ni la de su prójimo. Que todos acudan a este templo de Dios en el que se nos ofrece el pan de la vida.

Así como en el Antiguo Testamento la gran ilusión era construir un templo magnífico, nosotros construyamos primeramente el templo de Dios en nuestra propia vida. Permitamos que Dios dirija y gobierne nuestros pasos. Colaboremos activamente en su plan de salvación. Seamos piedras angulares, edificación de Dios, construyamos con arte y dedicación el templo de Dios. Cada uno de nosotros, como persona humana y como cristiano, debe ser el lugar de la manifestación de Dios entre los hombres. Construyamos, pues, en nosotros el templo de Dios mediante la vida de gracia, mediante la vida de caridad delicada con nuestros hermanos y mediante la verdadera humildad. “Donde hay caridad y amor allí está Dios”.

Construyamos el templo de Dios en los demás. Sintamos la viva responsabilidad de participar en la historia de la salvación como enviados, como apóstoles, hombres del mensaje, embajadores de Jesús. Participemos en las actividades caritativas de nuestras parroquias, adviento y pandemia es tiempo para salir al encuentro, no reduzcamos nuestra vida cristiana a la esfera estrictamente personal, cuando nuestra misión es ser luz de las naciones y sal de la tierra. En este tiempo de pandemia, es necesario tener gestos, signos de luz con todos los que nos rodean, especialmente con los más alejados.

Artículos Relacionados