Con la llegada del fin de año, una sensación compartida invade a millones de personas: la idea de que los días avanzan de forma fugaz. Entre posadas, compras navideñas, cierres laborales y compromisos familiares, parece que el mes de diciembre se consume mucho más rápido que el resto del año. Sin embargo, aunque el calendario marca rigurosamente los mismos 31 días, la ciencia confirma que esta percepción de aceleración no es una coincidencia, sino un fenómeno de nuestra mente.
De acuerdo con especialistas en psicología y neurociencia, el cerebro humano no mide el tiempo con la precisión de un reloj de arena, sino a través del procesamiento de estímulos, información y emociones. En diciembre, esta carga aumenta drásticamente. Al estar tan concentrados en resolver múltiples tareas extraordinarias y disfrutar de eventos sociales, nuestra atención se desplaza de la conciencia del paso del tiempo hacia la acción inmediata, lo que genera la ilusión de que las horas "vuelan".
El estudio detrás del fenómeno
Un estudio publicado en la revista científica PLOS One, realizado por investigadores del Reino Unido e Irak, profundizó en esta percepción. La investigación, liderada por la profesora Ruth Ogden, reveló que el 76% de los encuestados sentían que la Navidad llegaba cada vez más rápido. El hallazgo principal indica que esta sensación está directamente ligada al disfrute de las festividades y a una vida social activa.
La ciencia sugiere que cuando vivimos experiencias intensas y placenteras, el cerebro organiza los recuerdos de forma distinta. Al mirar hacia atrás, la acumulación de sucesos extraordinarios hace que el periodo se perciba como un bloque denso que pasó en un instante.
Factores que intensifican la percepción
Diciembre combina tres elementos que alteran nuestra brújula temporal:
Ruptura de la rutina: Los eventos extraordinarios obligan al cerebro a procesar nuevos entornos, rompiendo la monotonía que suele hacer que el tiempo se sienta más lento.
Cierre de ciclos: La presión por cumplir metas anuales y "cerrar pendientes" incrementa el estrés y la actividad mental, poniendo al cerebro en un modo acelerado.
Expectativa emocional: La anticipación por las reuniones familiares y las tradiciones navideñas genera una carga cognitiva que acorta la percepción de las semanas previas.
En resumen, no es que los minutos duren menos, sino que la sobrestimulación propia de la temporada navideña hace que nuestra conciencia del presente se diluya en la intensidad de las actividades. Así, mientras más ocupados y felices estemos, más rápido parecerá que el calendario llega a su fin.