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Opinión

Presentes con la presencia de Dios

P. Noel Lozano
Por P. Noel Lozano - 11 diciembre, 2017 - 02:59 a.m.

Ya estamos adentrados en el camino de adviento. Durante este periodo muchas instituciones, incluida la Iglesia, nos invitan a todos, cristianos y personas de buena voluntad a practicar las obras de misericordia, que catecismo de la Iglesia Católica explica con estas palabras: “Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras de misericordia espiritual, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos. Entre estas obras, todo lo que hagamos con los pobres y más necesitados es uno de los principales compromisos de caridad que todos tenemos, además de ser una práctica de justicia que agrada a Dios.

Debemos poner en la lista de pendientes, e integrar dentro de nuestras costumbres habituales la dedicación de una parte de nuestro tiempo y de nuestros bienes, a la practica de las obras de misericordia. Esto forma la parte más hermosa de la vida de todas las generaciones de cristianos, desde los primeros tiempos del cristianismo. Encontramos ya en los Hechos de los Apóstoles y en las cartas de san Pablo que hubo en aquellos años un período de sequía y de hambre en toda Palestina; ante eso, los cristianos que vivían fuera de Palestina, organizaron bajo la dirección de san Pablo una gran colecta para socorrer a los cristianos de Jerusalén.

Todos debemos dar continuidad con esa cadena ininterrumpida de gestos de amor, mostrando así al mundo una de las facetas más hermosas del cristianismo y de la Iglesia, el estar siempre del lado del que nos da la oportunidad de ver el rostro de Dios. Que todos los presentes, los regalos, las ayudas no sean huecas, que vayan siempre acompañadas con la presencia de Dios. Dar con el evangelio en la mano. Dar con el corazón levantado hacia el Señor e inclinado hacia los necesitados.

Somos muy sensibles para ayudas inmediatas ante situaciones que no esperábamos. Pero tenemos que estar siempre con los ojos abiertos, para que la preocupación por ayudar a quienes padecen cualquier tipo de desgracia no se reduzca sólo a unos gestos aislados realizados a nivel personal: dar una limosna a un pobre, regalar ropa a los niños de un orfanatorio, contribuir en un dispensario, etc. Que todos a nuestro alrededor compartan esta inquietud, debemos crear una cultura de solidaridad y ayuda, en la que participen no sólo algunas personas, sino también las instituciones, las públicas y las privadas, y la sociedad en general se sienta comprometida con los demás.

Es triste ver cómo el acelere, las modas y maneras de pensar modernas, llevan a muchas personas a vivir por decirlo de alguno manera: “en un egoísmo salvaje”, donde lo único que les interesa a muchos son sus proyectos personales o su propia institución, incluso a costa de atropellos y faltas de justicia con los demás. El evangelio nos lanza a trabajar por humanizar y cristianizar la sociedad, personas e instituciones, haciendo que prevalezca la preocupación por servir a los hombres, en especial quienes están más necesitados, haciéndonos presentes en sus vidas con la presencia de Dios.

Hoy los padres de familia tienen el reto de educar a sus hijos en este espíritu de caridad y solidaridad cristiana, evangélica. Compromiso de enseñarles a ser sensibles ante las miserias que sufren muchísimos seres humanos. Compromiso de enseñarles sobre todo desde su corta edad a compadecerse y a sacrificarse por los demás, desprendiéndose de lo que tienen para compartir y aliviar, en cuanto esté a su alcance, las penas de la gente que sufre. El testimonio de los padres de familia en este campo es decisivo, decisivo para formar hombres y mujeres con una sana estructura personal y humana, alejando las sombras de tener hijos especiales e indiferentes a todo lo que sucede a su alrededor. El testimonio de caridad habitual de los padres de familia es la mayor inversión en transformar corazones sensibles y humanos con los demás.

El comprometernos con las obras de misericordia es algo siempre al alcance de todos, pues siempre tenemos allí, al alcance, a los pobres, a los enfermos, a los necesitados. Personas a las que les podemos compartir, dar y de manera especial llevar la Palabra de Dios como luz y conforto para sus propias vidas.

Santa  María  Inmaculada, de la Dulce Espera,  Ruega  por nosotros.

P NOEL LOZANO: Sacerdote de la Arquidiócesis de Monterrey www.padrenoel.com;  www.facebook.com/padrelozano; padrenoel@padrenoel.com.mx;  @pnoellozano

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