FRONTERA., COAH.- Como los antiguos pueblos de Israel, las familias hondureñas caminan en éxodo huyendo de la esclavitud, la pobreza, la mala política y la calidad de vida precaria provocadas por la corrupción y los malos sistemas de gobierno que privan en este país centroamericano, en el cual la moneda está tan devaluada que obliga a sus familias a salir y buscar una mejor calidad de vida tras el sueño americano en Estados Unidos.
Son apenas las 9:00 de la mañana y la familia de los esposo Edwin Edgardo y Estefany Gabriela, ya se encuentra caminando sobre el libramiento Carlos Salinas de Gortari, tomando fuerte su mano, sus hijos Mariana Valentina, Cinthia Elizabeth, Estefany Samara y Luis Fernando, ven con esperanza el cruce ferroviario, el cual los llevará según ellos, a una mejor calidad de vida en Estados Unidos.
Con lágrimas en los ojos, la madre de familia dice que dejaron en Honduras al resto de su familia, pero también una vida llena de carencias y pobreza.
Los pequeños saben que hoy por la noche es víspera de navidad, sin embargo están conscientes de que este año para ellos no habrá festejos, dulces, familia, regalos, juguetes, pues su navidad la pasaran en un cuarto frío de hotel, en donde les cobran 200 pesos la noche, precio que tienen que pagar sus padres, para protegerlos del mal tiempo que azota la región, el cual a palabras de ellos mismos, “cala hasta los huesos”.
Con lágrimas en los ojos, la señora Estefany relata cómo es la vida en su natal Progreso, una pequeña ciudad de Honduras, donde su esposo trabajaba como ayudante de albañil y ella junto con su suegra tenían un local de venta de tortillas de harina, el cual fue a la quiebra, debido a que la lempira, el peso de ese país, sufrió una fuerte devaluación, por lo que hoy es imposible pagar los alimentos básicos, los cuales se elevaron hasta las nubes con costos tan altos que las familias de escasos recursos no pueden cubrir.
Triste, pero segura en que Estados Unidos les ayudará a darles una mejor calidad de vida a sus hijos, la madre de familia asegura que aunque las vías de tren son largas y peligrosas, Dios no los deja solos, pues en cada momento está presente cuidando la salud de sus pequeños hijos de 8, 5, 4, 2 y 1 año de nacidos, quienes no comprenden aún la magnitud del viaje que emprenden junto con sus padres.
Mirando de frente y enjugándose las lágrimas, la mujer asegura que el amor por su familia los orilló a tomar la difícil decisión de dejar atrás una vida llena de pobreza y violencia, asegurando que las guerrillas, el mal gobierno y lo encarecido de los productos de la canasta básica, han obligado a miles de familias a emigrar buscando una mejor calidad de vida.
Desde temprana hora y con su pequeña en brazos, Edwin recorre las principales carreteras del municipio pidiendo ayuda económica o en especie para mantener a su familia.
“Mucha gente nos pregunta por qué no nos quedamos en Honduras, la respuesta es muy difícil, porque aunque es muy duro dejar nuestras familias atrás, si nos quedábamos condenaríamos a nuestros hijos a morir de hambre, ya que para comprar 20 tortillas de harina se requieren más de 40 lempiras y más que eso para una libra de arroz y frijol, el peso mexicano permite comer toda la familia con poco dinero, además la población nos está ayudando a salir adelante, mientras llega el 29 de diciembre, fecha en que tendremos que partir con rumbo a Estados Unidos-
Por su parte Edwin, el padre de esta familia relató que es muy triste, duro y difícil arriesgar a sus hijos a la gente mala que existe en todas las ciudades, quienes además de no ayudarlos, los juzgan por ser personas provenientes de otro país.
“Regrésense a su tierra, ustedes son flojos, sucios, no los queremos aquí”, nos dice mucha gente, la cual nos ofende y nos humilla, sin pensar en que también somos seres humanos, con sentimientos, con una vida y una historia que dejamos en nuestro país Honduras, para cambiar la calidad de vida de nuestros hijos.
Edwin con la esperanza puesta en Dios asegura que en el estado de Coahuila existen personas muy buenas, quienes se acercan a ellos y los apoyan con ropa y comida, sin embargo poca es la gente que se acerca a ellos para dialogar sobre su vida, su tristeza y su necesidad de emigrar a otro país.
Al cuestionar a la señora Estefany sobre sí tiene miedo de cruzar sus hijos de forma ilegal a Estados Unidos, ella asegura que para Dios no hay imposibles y que todos los días reza para puedan llegar a su destino, espera llegar con sus hijos sanos y salvos, está consciente que la patrulla fronteriza es una fiera que separa familias, que no tiene sentimientos y que no quiere gente extraña en su país, sin embargo, están dispuestos a todo para que sus hijos vislumbren un mejor futuro.
“Esta navidad no hay regalos, ni abrazos de nuestros padres y abuelos, para nosotros solo hay mucho amor y la esperanza en que nos quedan cientos de kilómetros que recorrer para dar a nuestros hijos una vida mejor, el futuro es incierto, pero buscamos cosas bonitas, sin tristezas ni hambre, eso es lo que queremos para ellos, en Honduras no pudimos dárselo y eso es muy triste”.