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Destaca en la NASA científica de Coahuila

Svea Hernández, colabora su investigación con el uso del telescopio espacial James Webb.

Por Agencia - 31 diciembre, 2021 - 04:58 p.m.
Destaca en la NASA científica de Coahuila

Originaria de Monclova, pero con el corazón en Múzquiz, la doctora del Space Telescope Science Institute es pieza clave en las investigaciones, que buscan analizar atmósferas similares a la tierra en otras galaxias y el origen de las mismas. Su experiencia con el telescopio espacial Hubble es otra parte importante de su trayectoria.

El análisis de otros posibles hábitats para la vida humana es uno de los retos más preciados por la ciencia espacial. Los astrónomos están llegando a un punto en que las teorías se vuelven viables, pero en la medida en que avanzan surgen nuevas preguntas cuyas respuestas pueden cambiar la historia como nos la han contado... y el rumbo a dónde vamos.

Sin trabajo, interés y mucho estudio, la meta de conocer con mayor detalle el espacio es inalcanzable. Por ello, con estos tres elementos como eje, una científica coahuilense ha logrado integrarse a uno de los proyectos espaciales más ambiciosos de la década, que pretende descubrir cómo ha sido la vida de las estrellas más lejanas del universo: el telescopio espacial James Webb, de la NASA.

Svea Sarahí Hernández Orta nació en Monclova, pero gran parte de su vida y formación básica se desarrolló en Múzquiz, una localidad ubicada a aproximadamente 140 kilómetros de la frontera entre Coahuila y Texas.

La coahuilense es una de las mujeres mexicanas que colabora con agencias espaciales internacionales y la NASA, para los proyectos que se realizarán en el principio de la vida del telescopio espacial James Webb, lanzado el sábado pasado para analizar la vida de otras galaxias y las cosas que ocurrieron después del Big Bang.

Para Svea, la trascendencia de dicha investigación se puede resumir en que “busca replantear la pregunta: ¿somos los únicos?”.

La joven de 34 años empezó con sus estudios en el jardín de niños Pedro Ramírez, en Múzquiz, y luego pasó por las aulas de la primaria Eulalio Gutiérrez Ortiz y la secundaria Lucio Blanco. Después se mudó a Montemorelos, Nuevo León, donde tuvo el primer destello de lo que quería dedicarse profesionalmente.

Un astrónomo del Observatorio Gémini, en Chile, le abrió la puerta a un proyecto gemelo –en ese país– de un telescopio que se estaba desarrollando en Hawái. Svea se puso en contacto y tras una serie de entrevistas se dio la oportunidad, que no fue del todo fácil pues no había un salario profesional, sino una especie de contrato con beca estudiantil. 

Se tiene que ser muy cauteloso en cómo vamos a utilizar el telescopio. La NASA recibió mil propuestas para las primeras observaciones, y de ahí se aceptaron 280, entre las que yo entro. Mi tarea será decir a qué objeto apuntar para nosotros estudiarlo”

- ¿Cómo fue que te diste cuenta que querías dedicarte al estudio del universo?

“No fue tan romántico como en las películas. El último año de preparatoria escogías una especialidad y tenían biología, para medicina o algo parecido, administración, contabilidad, y la de ciencias era físico matemáticas. No fue que me gustara tanto, pero escogí esta última porque era un reto, y siempre me han gustado los retos”, recuerda en entrevista con VANGUARDIA.

A raíz de esa decisión, en 2003 salió a una excursión de fin de semana con su grupo, donde maestros llevaron un par de binoculares con los que observaron a la Luna y después a Marte.

“En mi cerebro algo explotó. Tratar de concebir que un instrumento tan sencillo nos puede permitir algo tan complejo como observar la estructura de la Luna, que se encuentra a 400 mil kilómetros, o a Marte. Ahí inició una chispita de algo. Fue esas veces que se te pone la piel chinita”, relata.

UNA MEXICANA SE ABRE BRECHA EN MEDIO DE CIENTÍFICOS EXTRANJEROS

Después de aprender inglés, los primeros pasos universitarios fueron en Del Río, Texas, la frontera con Acuña, Coahuila, y dos años después fue admitida en la licenciatura en Astronomía en la Universidad de Texas, donde empezó a interactuar y aprender de astrónomos durante cuatro años.

Ese fue el primer paso de una larga trayectoria académica que habría de cubrir para llegar a donde está hoy, pues el grado que se requiere para ello es el doctorado.

“No estaba 100 por ciento segura de si quería seguir con un doctorado, así que decidí buscar proyectos. Envié al menos 60 correos diciéndoles a astrónomos de todo el mundo que estaba por concluir mi licenciatura y que quería convencerme para continuar con un doctorado. Fue una etapa deprimente, porque me respondieron 10 contestando que lo sentían, pero no había oportunidades. Sin embargo, en uno de los correos me contestaron otra cosa”, cuenta Svea.

En esa respuesta, un astrónomo del Observatorio Gémini, en Chile, le abrió la puerta a un proyecto gemelo –en ese país– de un telescopio que se estaba desarrollando en Hawái. Svea se puso en contacto y tras una serie de entrevistas se dio la oportunidad, que no fue del todo fácil pues no había un salario profesional, sino una especie de contrato con beca estudiantil.

“Fue una experiencia no solo profesional, sino personal. Como estudiante en la Universidad de Texas recuerdo que tenía muchos complejos, de los que no me daba cuenta: el estar en un campo de astronomía, siendo la única mexicana y de las pocas mujeres, me sentía que no pertenecía ahí y que se iban a dar cuenta. A veces trataba de no sonar mexicana, y no porque pensara que me iban a discriminar, sino que estaba en el subconsciente, porque los veía que ellos habían tenido oportunidades que yo no”, recuerda.

Sin embargo, esos complejos empezaron a derrumbarse en la medida en que se vinculó al proyecto en Hawái, pues estaba conformado por un equipo internacional, donde se encontró con otras personas de América Latina, Europa y África.

“Ahí me quité esos complejos como capas de cebolla. Se veían orgullosos de ser de donde eran. Empecé a despertar y a decir: soy mexicana, que me traigan un sombrero y un tequila. Tengo que mostrarles”, dice.

Después de casi un año, Svea tomó la decisión de continuar su camino en España, donde un astrónomo se interesó por ofrecerle un lugar en una maestría. Sin embargo, problemas migratorios complicaron su arribo, pues tenía que esperar aproximadamente un año.

“En ese año no me podía quedar sin hacer nada, y empiezo a buscar trabajo profesional. En 2011 salió una oportunidad en Baltimore, donde estoy actualmente (Space Telescope Science Institute). Ahí empecé a trabajar con el telescopio espacial Hubble. Y en medio de ello, hice mis primeras pruebas con el telescopio James Webb”, detalla, al igual que la travesía que esto le representaba con idas y venidas al estado de California.

En enero del 2015 se mudó a Países Bajos, consiguiendo un lugar directo en su doctorado debido a que acreditó su maestría gracias a la experiencia adquirida.

“Ahí me enfoqué investigando cómo es que las galaxias evolucionan. Yo me enfoco en el lado químico y en cómo funciona la galaxia: cómo se crean ciertos elementos como el calcio y el hierro cuando ciertas estrellas mueren y explotan. Se estudiaron las galaxias lejanas, simplemente analizando la composición química y con ello puedes descubrir si colisionó en algún momento”, expone.

Al culminar solicitó una nueva oportunidad en el instituto de Baltimore, donde a partir del 2020 empezó con un trabajo fijo como astrónoma. Ahí utiliza el 50 por ciento de su tiempo haciendo investigación sobre la evolución de las galaxias a través del telescopio Hubble, y otros terrestres, mientras que el otro 50 por ciento es servicio al instituto.

LLEGA UNA OPORTUNIDAD PARA HACER HISTORIA

La historia de los telescopios espaciales comenzó hace décadas. El concepto del James Webb nació a inicios de los 90, muy poco tiempo después de que el Hubble fue lanzado. Para su operación, la NASA recibe propuestas de astronomía internacionales, con el objetivo de analizar la vida y pasado de las galaxias, y si hay un futuro para la humanidad en estas.

“Los científicos sabían que el Hubble iba a ser bueno, pero que la ciencia iba a llegar a un límite con él y se empieza a hablar de James Webb”, comenta Svea.

El telescopio espacial James Webb tendrá un espejo de ocho metros que permitirá ver casi el triple de veces más que Hubble, y llegará a una distancia de 1.5 millones de kilómetros de la tierra. No podrá recibir misiones espaciales y se plantea que tenga una vida de cinco años, aunque si se optimiza el combustible, esta puede alargarse hasta 10 años; una tarea en la que colaborará Svea.

“Se tiene que ser muy cauteloso en cómo vamos a utilizar el telescopio. La NASA recibió mil propuestas para las primeras observaciones, y de ahí se aceptaron 280, entre las que yo entro. Mi tarea será decir a qué objeto apuntar para nosotros estudiarlo”, explica.

Y es ahí donde la materia de especialidad de Svea entra en acción. Su proyecto observará a una galaxia llamada M83, que se encuentra a 15 millones de años luz, para investigar su centro y química, pues tiene una formación de estrellas constante e intensa, y de ahí se desprende una alta cantidad de radiación. La actividad de la M83 podría ser muy parecida a la del comportamiento de las primeras galaxias que se formaron tras el Big Bang.

“Queremos resolver preguntas esenciales con el James Webb: ¿cómo fue la vida de las primeras galaxias después del Big Bang? Queremos ver las primeras estrellas formarse, que es algo que nunca hemos visto”, subraya la científica coahuilense.

Svea asegura que, aunque el tema es complejo, también se busca lo simple, como lo es la vida microscópica... antes que “aliens”.

“En los últimos años se han descubierto muchos exoplanetas que giran alrededor de las estrellas, y con eso hemos aprendido que hay muchos sistemas solares en esta misma galaxia. El tamaño del James Webb nos va a permitir no solo tomar una imagen, sino las atmósferas de otros planetas, y con ello sabremos si hay otras parecidas a las de la Tierra. Y un paso más allá es que, una vez que las encontremos, entonces la segunda pregunta es: ¿podemos encontrar vida en esos planetas?”, señala.

Desde su óptica, Svea considera que la astronomía que actualmente se desarrolla en México debe empezar a ser más reconocida, y que esta ciencia debe acercarse a la educación de estudiantes jóvenes.

Un astrónomo del Observatorio Gémini, en Chile, le abrió la puerta a un proyecto gemelo –en ese país– de un telescopio que se estaba desarrollando en Hawái. Svea se puso en contacto y tras una serie de entrevistas se dio la oportunidad, que no fue del todo fácil pues no había un salario profesional, sino una especie de contrato con beca estudiantil. 

Svea asegura que, aunque el tema es complejo, también se busca lo simple, como lo es la vida microscópica... antes que “aliens”.

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