Las buenas personas saben más de actos que de palabras, no llevan pancartas y ni proclaman lo mucho que hacen por los demás, su ayuda es discreta, con humildad y sencillez; una cualidad que muy pocos pueden llegar a tener y hacer sin esperar nada a cambio.
Hay quien dice que, en realidad, las buenas personas no abundan, o más aún, que no existen. Nada más lejos de la realidad, pero conoce a continuación a Alejandro Rodríguez Serrano, de 36 años de edad, chofer de la ruta del Del Río, quien por 14 años no ha cobrado pasaje a personas con discapacidad.
Se considera un hombre sensible y empático ante las situaciones ajenas, y el tener un hijo con autismo lo llevó a ayudar a personas con alguna dificultad pues en ellas ve el reflejo de su pequeño a quien le gustaría que le den el mismo trato que él comparte con las personas más vulnerables.
"Creo que cada persona viene con una estrella y tal vez la mía fue esa, la de servir a la gente, no dejarle de hacerlo, más con las personas con discapacidad al ver en ellos el reflejo de mi hijo", destacó.
Es concesionario, dueño de la unidad 03 que el mismo conduce y recorre la colonia Del Río, Rivera, San José, Cañada Norte, Sur, Industrial, bulevar Harold R. Pape, Zona Centro, Rivereña y otros sectores de la ciudad.
Hay operadores de otras rutas que se muestran groseros y hasta discriminativos con adultos mayores y discapacitados o bien que prefieren no subirlos porque tardan minutos en abordar las unidades y se demoran en sus tiempos, sin embargo, en su caso la ayuda es pareja hacia estos grupos inclusos para quien le dice "no traigo para el pasaje" sea una ama de casa o trabajador.
Algunas veces los ayuda bajar o a abordar con todo y aparatos ortopédicos, lo que lo hace sentir bien al término de su jornada y así seguirá pues saben que no siempre será joven y creo que, así como apoya también lo apoyarán cuando llegue a edad avanzada.
"Tengo un hijo con autismo, y cuando tienes a alguien con una con condición, ves a la gente y miras la cara de tu hijo en esa misma gente y dices como no le voy a ayudar a esa pobre gente", dijo.
Alejandro tiene a su esposa, Elizabeth y 4 hijos, 3 de ellas mujeres de 15, 14 y 6 años de edad y Gustavo quien padece autismo y tiene 10 años de edad, de quien Alejandro ha aprendido mucho, sobre todo la paciencia que ha venido aplicando con los usuarios.
"Uno se pone en los zapatos de la otra persona y sí se sufre, la condición esa del autismo es muy especial en cuestión que no pueden con el ruido, el clima o porque la luna, el cielo este nublado andan de un carácter o de otro, tratas de explicarle y te entienden un poquito después", comentó.
Recuerda que se han presentado diferentes situaciones en la ciudad por las que han bajado los ingresos, como en la pandemia Covid-19 o con el cierre de AHMSA, pero eso no frena su buena labor, y lo reconforta que siempre tendrá a Dios de su lado y que mañana será un mejor día.