Este domingo, la colonia Chinameca de Monclova se vio afectada por la noticia del fallecimiento de Alicia Hernández , conocida popularmente como la "Batichica", quien fue noticia constante por sus múltiples arrestos y su particular comportamiento.
A sus poco más de 50 años, Alicia luchaba con problemas de salud mental, específicamente con esquizofrenia, una condición que la llevó a ser detenida muchas veces por alterar el orden público.
Sin embargo, fue uno de sus arrestos, en el que portaba un disfraz de Batichica, lo que la catapultó a la fama nacional. El video de su detención, rápidamente se viralizó en las redes sociales. La gente, sin conocer el verdadero trasfondo de su enfermedad mental, convirtió su triste situación en objeto de mofa, alejándose del dolor que ella vivía al enfrentar los estragos de su condición.
Alicia Hernández, conocida por su entorno cercano por su nombre real, no fue solo la figura que causaba curiosidad por sus constantes interacciones con la policía, sino que representaba una realidad mucho más compleja y dolorosa: la lucha diaria contra una enfermedad mental que no siempre es comprendida ni tratada de la forma adecuada. La esquizofrenia, como en el caso de Alicia, puede llevar a conductas erráticas que son malinterpretadas por una sociedad que a menudo se limita a señalar sin empatizar.
La triste partida de Alicia, que deja a su familia en luto, también ha generado un espacio de reflexión sobre cómo la sociedad trata a quienes padecen trastornos mentales. La "Batichica" ya no estará en las calles de Chinameca, pero su historia resuena en los corazones de aquellos que, como ella, enfrentan enfermedades invisibles y son juzgados por su apariencia o sus acciones.
Su muerte debería ser un llamado de atención para repensar cómo abordamos las enfermedades mentales en México y en el mundo entero. En lugar de reírnos o señalar a quienes tienen trastornos psiquiátricos, es necesario entender que estos problemas son una realidad que debe ser tratada con seriedad, respeto y, sobre todo, con compasión.
Alicia Hernández ya no está, pero su memoria puede seguir sirviendo para abrir los ojos a una sociedad que necesita ser más inclusiva y consciente de las personas que luchan con su salud mental. Que su legado, en lugar de ser recordado por la mofa, sea el de una llamada de atención para transformar nuestras percepciones y actitudes hacia la salud mental en general.
Descanse en paz, Alicia. Que tu historia sea un faro para la empatía y el entendimiento.