Monclova, Coahuila.- En Monclova y Frontera, el rugido de una motocicleta muchas veces termina en silencio. La región vive una epidemia de accidentes que involucran, cada vez más, a menores de edad, padres de familia y ciudadanos comunes. Muchos mueren. Otros quedan marcados de por vida. Y todos los días, circular en moto por las calles de la región sigue siendo una "ruleta rusa".
Este sábado 7 de junio, Marco Antonio García, de 25 años, falleció al ser embestido en su moto junto a su esposa, quien lucha por su vida. Dejan huérfana a una pequeña de dos años. El conductor responsable huyó. El escenario: la colonia Occidental, en Frontera.
Apenas días antes, dos menores colisionaron sin casco ni placas en Emiliano Zapata. En mayo, tres adolescentes derraparon sin protección en Monteviejo. Y en enero, un menor de 16 años murió tras impactarse en la Zona Centro.
La escena se repite con precisión macabra: exceso de velocidad, sin casco, sin licencia, calles sin señalización y conductores de vehículos que no respetan los límites de velocidad o las señales de alto. Las cifras no mienten, pero la tragedia se mide mejor en funerales, sillas de ruedas y familias quebradas.
Imprudencia en cadena
Autoridades de Monclova y Frontera han implementado retenes, sanciones y campañas. Pero la realidad es cruda: niños de 12 o 14 años siguen circulando. Sin permiso, sin equipo, sin conciencia.
En muchos casos, padres permiten —o ignoran— que sus hijos usen motos como juguetes. En otros, los adultos son víctimas de calles sin semáforos, automovilistas imprudentes o simple destino.
¿Moto por economía? Sí, pero...
Una motocicleta cuesta menos, consume menos gasolina y es ideal para trayectos cortos. Pero esa economía puede costar una vida si se usa sin responsabilidad.
En contraste, un auto protege, soporta impactos y reduce riesgos. No es solo cuestión de dinero: es cuestión de sobrevivir.
¿Qué hacer?
Portar casco certificado siempre.
Usar equipo completo: chaqueta, guantes, pantalón, botas.
Contar con licencia, placas y seguro.
No permitir que menores conduzcan sin supervisión ni protección.
Denunciar a quien ponga en riesgo a otros.
Exigir al municipio más señalética y control vial.
Conclusión
Monclova y Frontera no pueden seguir contando muertos mientras se normaliza la imprudencia. La moto no es el enemigo. Lo es la negligencia. Urge cambiar la cultura, frenar la tragedia y entender una verdad incómoda:
Una moto sin conciencia, es una bala sin dirección.