El jueves 13 de junio, Israel inició una vasta ofensiva aérea contra Irán, Operation Rising Lion, un operativo militar histórico con más de 200 aviones atacando instalaciones nucleares en Natanz, Fordow, blancos militares y científicos de alto perfil.
El jefe del Estado Mayor, Eyal Zamir, calificó esta acción como "una campaña histórica sin precedentes", diseñada para impedir que Irán alcance un "punto de no retorno" en capacidades nucleares. Según el primer ministro Benjamin Netanyahu, esta ofensiva es necesaria para evitar una "amenaza existencial" para Israel.
Los bombardeos habrían causado la muerte de altos mandos del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, incluyendo al general Hossein Salami y al jefe del Estado Mayor, Mohammad Baqerí, así como al menos dos científicos nucleares.
En respuesta, Irán activó sus defensas antiaéreas, lanzó drones y misiles hacia Israel —muchos de ellos interceptados— y declaró que considera los ataques como "una declaración de guerra".
El entorno civil también resultó afectado: se registraron explosiones y pánico en Teherán, Tabriz y otras ciudades. La comunidad internacional, incluyendo ONU, Francia, Reino Unido, Rusia y Turquía, exigió contención ante el riesgo de escalada regional.
Esta ofensiva militar emula la doctrina israelí de ataque preventivo para evitar que enemigos obtengan armas nucleares, y marca la operación más grande contra Irán desde la guerra Irán-Irak.
El primer ministro Netanyahu agradeció el respaldo de Donald Trump, quien afirmó que EE.UU. fue informado previamente y advirtió a Irán sobre nuevas acciones si no aceptan negociar. Trump calificó el ataque de "excelente" y advirtió que podría haber "ataques aún más brutales" .
El Organismo Internacional de Energía Atómica informó que no se detectaron aumentos en la radiación tras el bombardeo en Natanz, aunque lamentó el ataque a infraestructura nuclear pacífica