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Opinión

Un voto por Morena es un voto contra México

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Por - 05 mayo, 2021 - 00:02 a.m.
Un voto por Morena es un voto contra México

Un voto por Morena es un voto contra México. El Presidente López llevó circo a donde se necesita llevar pan. Miles de indígenas mayas padecen hoy por hoy una pobreza que llega ya a extremos de miseria, y López Obrador fue hacia ellos con una más de las demagógicas comedias en que su gestión ha sido pródiga. 

Les pidió perdón por los agravios de que han sido víctimas. Si a esas vamos el tabasqueño debería hacer una gira nacional para pedir perdón también a las demás etnias que hay en México, pues todas han sufrido ofensas y malos tratos similares, y aun en nuestro tiempo son objeto de injusticias y discriminación. AMLO es abundoso en palabras y escaso en obras de beneficio a la comunidad. 

A los mayas debió llevarles no disculpas que suenan a hueco, sino programas de salud, de empleo, de bienestar social en general. ¿Qué les quedó a esos mexicanos de la visita que les hizo López Obrador? Nada, aparte de palabrería que ya se llevó el viento. Mal gobierno es el que en vez de resultados da demagogia. Don Chinguetas, marido tarambana, llegó a su domicilio cuando el reloj marcaba ya la una de la madrugada. 

Venía en estado incróspido, estraféutico, mexicanismos que don Vicente T. Mendoza, eminente folklorista, registró como adjetivos aplicables a los ebrios. Traía además los mofletes y el cuello de la camisa -además del suyo propio- llenos de manchas de bilé. Doña Macalota, su esposa, lo recibió con acritud: “¿Por qué llegas a esta hora?”. Con tartajosa voz farfulló el desvergonzado: “Porque a esta hora cierran las cantinas y los congales”. 

El amigo de Babalucas perdió el control de su automóvil, se subió con él a la acera y se estrelló contra el muro de una casa. Afortunadamente ni el conductor ni el pasajero sufrieron lesiones. Dijo el amigo: “Lo bueno es que no iba pasando algún peatón”. “Deja tú algún peatón -lo corrigió Babalucas-. Lo bueno es que no venía pasando alguna persona”. En una de sus enésimas discusiones doña Pecunia le reprochó a su esposo don Bragueto: “Te casaste conmigo sólo porque yo tenía dinero”. “Estás por completo equivocada -replicó él-. 

Me casé contigo sólo porque yo no tenía dinero”. Mis cuatro lectores adivinarán inmediatamente a qué se dedicaba este individuo si les digo que su nombre era Pad Rotte. Sedujo a una cándida doncella. Le dijo con untuosa labia: “Nos casaremos e iremos a vivir en un lindo chaletito. Pero para comprarlo necesitamos que me des una prueba de tu amor. Iremos a todos los estados de la hermosa república mexicana comerciando con tus muníficos encantos, y así reuniremos el dinero necesario para concretar nuestro sueño de amor”.

 La ingenua joven aceptó aquel sacrificio, y empezaron a recorrer los estados del país en aquel infame lenocinio. Finalmente le dijo el ruin sujeto a la muchacha: “Ahora sé que en verdad me amas. Estuvimos en todo el territorio nacional. Quedó cumplido tu abnegado sacrificio”. “¡Ah no! -protestó ella-. ¡Todavía nos faltan las islas adyacentes!”. 

En su bungalow de playa los recién casados empezaron a disfrutar los deliquios de la noche nupcial. De pronto se abrió la ventana de la habitación y asomó por ella un antiguo novio de la desposada. Le preguntó con voz doliente: “¿Significa esto, Dulcibella, que todo ha terminado entre nosotros?”. Don Casildo pasó a mejor vida. 

En el velatorio la viuda hacía el encomio de su esposo. “Era un marido ejemplar -decía, congojosa-. Jamás salía de la casa por la noche”. En eso se apareció una mujer con seis críos que eran el vivo retrato del difunto. “¡Mira! -exclamó exasperada la viuda-. 

¡El cabrón me salió diurno!”. (Nota: Aparte de la mujer legítima el finado señor tenía la mañanera). 

FIN.

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