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Opinión

Amables lectores, tengan ustedes un buen día

Óscar Rodríguez
Por Óscar Rodríguez - 06 febrero, 2022 - 11:22 a.m.
Amables lectores, tengan ustedes un buen día

Amables lectores, tengan ustedes un buen día.

Hace unos días apareció la noticia de que un enorme barco quedó encallado en el Canal de Suez. Según se ha publicado, el buque en cuestión, llamado “Ever Given” mide 400 metros de eslora (que es como se le llama al largo de la nave de acuerdo a la terminología marítima), pesa alrededor de 200,000 toneladas (incluyendo la carga, el combustible, las provisiones y la tripulación) y lleva un cargamento de aproximadamente 20,000 contenedores.

Desde hace mucho tiempo, los canales han significado importantes ahorros de tiempo en el transporte tanto de mercancías como de pasajeros. Hace ya más de mil trescientos años se construyó el Gran Canal de China, que en sus mejores tiempos se extendía a lo largo de unos 1,700 kilómetros y estuvo en funcionamiento hasta el siglo XIX.

Precisamente fue en ese siglo en el que al mismo tiempo que se llevaba a cabo la intervención francesa en México, el francés Ferdinand De Lesseps dirigía la construcción del Canal de Suez. La obra fue inaugurada en 1869 y no es poca cosa, ya que su longitud es mayor a los 190 kilómetros.

De Lesseps era en realidad un diplomático que había leído estudios hechos a petición de Napoléon Bonaparte por su ingeniero en jefe de líneas de comunicación respecto a la idea de conectar el Mar Rojo con el Mar Mediterráneo. Cuando Mehmet Said Pasha (quien era su amigo personal) se convirtió en virrey de Egipto, De Lesseps le expuso su proyecto de construir un canal por Suez y a consecuencia de esto recibió la concesión para llevar a cabo la obra.

Animado por el éxito obtenido en la gigantesca tarea, Ferdinand De Lesseps aceptó el reto de construir otro canal, esta vez en Centroamérica. Una década después de inaugurado el Canal de Suez se llevó a cabo una reunión en París para determinar la mejor ruta y el mejor proyecto interoceánico en esta región. Las principales opciones eran el Istmo de Tehuantepec, en México; a través del lago Nicaragua y en Panamá. La decisión fue a favor de realizarlo en Panamá, que en ese tiempo formaba parte de Colombia.

A pesar de que desde el principio hubo la sugerencia de valerse de esclusas (que funcionan como una especie de elevadores hidráulicos) para abreviar el tiempo de la construcción, a De Lesseps le pareció mejor idea la de hacer el canal “a nivel”, como en Suez. Pero la orografía centroamericana era muy distinta de la egipcia. Además, las condiciones climáticas complicaron la consecución del proyecto. Muchos trabajadores fallecieron a consecuencia de la fiebre amarilla. Hubo un momento en que se asignó la dirección de la obra a Gustave Eiffel, pero el dinero se agotó. La compañía quebró y el proyectó quedó suspendido.

Algunos años después, en 1898 al estallar la guerra hispano-estadounidense (esa que tristemente dio su nombre al grupo de escritores y poetas conocidos como la “generación del 98”) el acorazado USS Oregon tardó más de dos meses en llegar de San Francisco a Florida. La necesidad de un canal en la cintura de América era evidente.

Hay una historia que suena a leyenda urbana la cual señala que cuando estaba siendo tomada la decisión acerca de la ubicación del canal centroamericano, en el senado norteamericano alguien presentó una estampilla postal nicaragüense que mostraba un volcán activo. Eso inclinó la balanza hacia Panamá, pero el senado colombiano no otorgó su permiso para que los Estados Unidos llevaran a cabo tal proyecto.

Convenientemente, Panamá se separó de Colombia y una de sus primeras acciones como país independiente fue concesionar a los Estados Unidos la construcción del canal. De hecho, el lema de la construcción fue un ingenioso palíndromo (es decir, una frase que se puede leer en ambos sentidos y dice lo mismo) en inglés: “A man, a plan, a canal: Panama”.

Ahora sí. Con la utilización de esclusas que aprovechan el lago artificial Gatún y la ventaja de que las precipitaciones pluviales suministran agua suficiente para su operación, el Canal de Panamá opera sin mayor novedad. Los barcos son elevados desde el nivel del mar en tres etapas (tres esclusas) hasta la altura del lago (unos veinticinco metros) y luego se bajan en el otro extremo del canal nuevamente al nivel del mar.

 

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