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Opinión

Cambios en el idioma

Óscar Rodríguez
Por Óscar Rodríguez - 29 mayo, 2022 - 10:42 a.m.
Cambios en el idioma

Amables lectores, tengan ustedes un buen día.

Hace unos noventa años, cuando comenzó la radiodifusión en nuestro país, surgieron los primeros ídolos populares. Como característica curiosa, muy frecuentemente a los nombres de los artistas les era añadido un apodo. Así fue que a Agustín Lara se le conocía como el “músico poeta” o el “flaco de oro”. Otros artistas llevaban sobrenombres un tanto más exóticos. Por ejemplo, Pedro Vargas era señalado como el “tenor continental” o “el samurái de la canción” (le estoy dejando el acento a “samurái” porque el corrector ortográfico del procesador de textos que utilizo así lo ha decidido), Juan Arvizu era el “tenor de la voz de seda” y Emilio Tuero era el “barítono de Argel”.

Argel, claro está, es la capital de Argelia. Pero lo curioso es que en otros idiomas (inglés por ejemplo) el nombre de ese país es “Algeria”, y su capital es “Algiers”. Aparentemente la palabra original, al igual que muchas otras de nuestro idioma de origen árabe comenzaba con “al” (aljibe, aldaba, alberca, algodón, almacén) pero sufrió una modificación conocida como metátesis. Esto es muy parecido a lo que le ocurrió a las palabras de origen latino “peligro” y “milagro”.

La palabra latina “periculum” (que expresaba la idea de riesgo) en un principio era “periglo” pero sufrió su metátesis y quedó en el actual “peligro”. Algo similar le ocurrió a la palabra latina “miraculum” que da la idea de mirar y quedar asombrado. En el castellano antiguo era “miraglo”, sin embargo ahora se dice “milagro”. En inglés actual las palabras “miracle” y “peril” guardan más parecido con los vocablos latinos de donde provienen que las de nuestro idioma.

Queda claro que los idiomas cambian. Recuerdo que en el libro de texto de Español de sexto año se mostraba un comparativo de un fragmento del Cantar de Mío Cid en castellano antiguo y en castellano actual. Y es que dicha obra fue escrita hace unos ochocientos años, así que es de esperarse que la versión original en que se compuso no corresponda completamente al castellano que utilizamos en la actualidad. Sin embargo en los últimos años me ha tocado ser testigo de cambios en el habla cotidiana de mucha gente.

Recuerdo que hace unos treinta años me tocó platicar con un ciudadano norteamericano que estaba aprendiendo castellano. Me comentaba que batallaba mucho al momento de utilizar los pronombres personales, en especial no estaba seguro respecto a cuándo utilizar “ellos” y cuándo usar “ellas”. Se lo expliqué lo mejor que pude pero me temo que solamente logré confundirlo más. Esta persona no alcanzaba a comprender por qué si en un grupo hay 200 mujeres (que son “ellas”) al momento de añadir un único hombre se debe cambiar a “ellos”. Mi explicación sencilla fue “es que la gramática no es democrática ni matemática”, pero creo que no quedó muy convencido.

Más o menos una década después vino Vicente Fox. Al principio me parecía hasta cierto punto cómico o anecdótico que se refiriera a los “chiquillos y chiquillas”. Pero ahora es bastante común escuchar “las y los diputados” e incluso me ha tocado leer y escuchar propuestas en el sentido de que la referencia a los grupos en general se haga con una novedad de género: en este caso, “les diputades”, “l@s diputad@s” o “lxs diputadxs”.

Si ustedes se fijan cuando les saludo, amables lectores utilizo la forma “antigua”, es decir que incluyo a las lectoras, como se hacía hace años. Es algo similar a la manera en que está escrito el Himno Nacional Mexicano. Cuando se dirige a los “Mexicanos” interpreto que incluye a las mexicanas.

Más cambios. En algunas narraciones deportivas me ha tocado escuchar la palabra “recepciona”, pero por otro lado no se dice que el entrenador “direcciona” al equipo o que la cadena televisora “transmisiona” tal o cual partido.

Otra modificación: los años. Hasta el siglo pasado para referirnos a una fecha se decía por ejemplo, “el grito de independencia ocurrió la madrugada del 16 de septiembre ‘de’ 1810”, sin embargo a partir del año 2000 se ha vuelto bastante común escuchar que en la referencia al año se utiliza “del”. “La contingencia comenzó en marzo ‘del’ 2020”.

Ocupar y desocupar. Todavía en mis épocas de estudiante, en los temas de teleproceso se utilizaba el término “busy” para señalar que un dispositivo se encontraba “ocupado” (como cuando se hacía una llamada telefónica); la “ocupación” era la palabra con la que se refería al trabajo que desempeñaba una persona o bien una invasión de un ejército y de hecho, el prólogo del Quijote empieza con la frase “Desocupado lector”. Pero en los últimos años es bastante común escuchar el uso del verbo “ocupar” como sinónimo de “requerir”.

En los últimos años también se ha vuelto común escuchar “clienta” o “dependienta”. ¿Aplicarán también los adjetivos? ¿Llegarán a haber estudiantas obedientas y clientas frecuentas? Ahora bien, si ese fuera el caso entonces creo que habría necesidad de establecer cierta correspondencia y cuando me refiera a una persona que es pianista, violinista o flautista ¿será entonces adecuado diferenciar usando “pianisto”, “violinisto” o “flautisto” para señalar que son hombres? ¿Tendremos que acostumbrarnos a palabras como “testiga”, “miembra”, “participanta” y “representanta”?

A veces ya no me siento tan seguro de ciertas palabras en mi propio idioma. Me imagino que igual les sucedió a quienes decían “miraglo” o “periglo”.

Me quedan algunas otras cosas que quisiera comentarles, pero eso será la próxima vez.

Que tengan ustedes una excelente semana.

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