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Opinión

El ministro de la verdad

Marcos Durán Flores
Por Marcos Durán Flores - 03 mayo, 2022 - 00:10 a.m.
El ministro de la verdad

Aunque la ONU sigue sin reconocer oficialmente a la República Democrática del Twitter, muchos la consideran ya como una nación libre, independiente y soberana. Una sociedad multiétnica que no discrimina a nadie por su orientación sexual, raza, credo o ideología política y que va más allá en sus políticas de inclusión, pues incluso los idiotas son aceptados. Una República con 1,300 millones de habitantes. Un lugar en donde comunicadores, políticos, empresas, artistas, científicos y gente como usted y yo, nos sometemos al mandato de sus reglas, leyes y condiciones.

Twitter y otras redes sociales para muchos son indeseables, venerables, subvaluadas y sobrevaloradas. Causa de insomnio y adicción, pero también, por primera vez en la historia humana, la herramienta para expresarnos sin intermediarios. Una forma innovadora para comunicarnos, buscar el reconocimiento social y difundir la ciencia y cualquier expresión artística.

Las redes sociales son el instrumento que acabó con la censura y que ha obligado, a quienes debemos rendir cuentas, a establecer un diálogo y no un monólogo, a no abusar del poder.

Gracias a las redes, han trascendido escándalos de empresas y políticos corruptos, cuyo poder o posición económica los hacía creerse inmunes y que al final han sido denunciados, exhibidos y a veces hasta encarcelados. Algunos medios de comunicación tradicionales lo han entendido y hoy utilizan las redes no sólo como un complemento, sino como su principal forma de llegar a sus lectores.

El poder de las redes es real e innegable, así como su impacto en nuestra vida diaria, y con ello incluyo el fortalecimiento de nuestra democracia. 

Pero, como siempre hacemos, las estamos desaprovechando para ayudar a construir un mundo real más igualitario, incluyente y tolerante.

Es innegable que a Twitter y a otras redes hemos traído nuestras virtudes, pero también los defectos. 

En la República Democrática del Twitter existe de todo: libertad para decir lo que sea y, a veces, a costa de lo que sea. La difamación es cosa de todos los días y pocas veces nos detenemos para verificar la veracidad de la información. Además, tampoco aquí cambió nuestra capacidad de interacción y aceptación social de quienes piensan distinto a nosotros. Y de la difusión de la violencia, mejor ni hablar, esos son atributos humanos fundamentales que jamás cambiarán.

 Pero de pronto llego el hombre más rico del mundo y se compró esta Republica Tuitera. La llegada de Elon Musk genera preocupaciones reales sobre el poder que puede acumular en la discusión pública y si acaso Musk, quiere convertirse en el ministro de la Verdad en el planeta.

Y es que Musk puede decir muchas cosas sobre libertad de expresión, pero lo que él ha dicho es que su visión es generar ingresos a partir de suscripciones en lugar de publicidad, un modelo basado en suscripciones en lugar de anuncios, pero como siempre ha sucedido, los anunciantes enfatizan la moderación del contenido debido al impacto que el contenido de una plataforma puede tener en sus marcas. Por ejemplo, el gigante Procter & Gamble, descubrió que sus marcas se publicitaban junto a sitios web extremistas en YouTube, lo que provocó una reducción enorme de gastos de publicidad digital y dobló a YouTube para que bajara contenido indeseable para la empresa.

De nuevo las grandes corporaciones en la censura. La política y la publicidad son el arma más poderosa que se puede esgrimir en la república de Twitter, y cuando tal arma se pone en manos de una persona, ¡ay de aquellos que se atrevan a diferir de el!

Sería lamentable que con lagran oportunidad para ayudar con las redes sociales a construir un mundo real más igualitario, incluyente y tolerante, se bote todo a la basura. Las redes tienen que cambiar es cierto. Lo que no está claro es cómo. La regulación es necesaria, pero la incertidumbre es el alcance de esa regulación. Lo que me queda claro es que debe hacerse, porque Twitter y otras redes han demostrado una y otra vez que no han podido con esa tarea y nosotros mismos tampoco nosotros pudimos autorregular nuestro comportamiento. Por eso hoy, los gobiernos se frotan las manos para inmiscuirse en esta, la la única oportunidad en la historia en que todos tuvimos voz.

 @marcosduranf

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