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Opinión

El negocio de la nostalgia

Marcos Durán Flores
Por Marcos Durán Flores - 29 noviembre, 2021 - 09:53 p.m.
El negocio de la nostalgia

Hay algo hermoso, casi existencialista en esto. Me atrevo a decir, incluso nostálgico. La nostalgia se ha convertido en los últimos años en una especie de motor cultural, que se ha sobreexpuesto con la aparición de las redes sociales, que nos ha dado acceso a la información que actúa como una cápsula de la historia.

Así que, aprovechándose de nuestros recuerdos de niñez y juventud, nos venden el pasado. Lo hacen, vinculando sus productos a nuestros recuerdos de días más simples. A menudo, este enfoque ha sido objeto de escrutinio, pues se trata de un esfuerzo cínico de manipular los recuerdos más preciados de los consumidores por nada más que ganar dinero…Y lo logran.

Tiene sentido, porque existe una base de consumidores que creció de niños a adultos que hoy tiene ingresos disponibles que quieren recuperar un poco de su infancia. Eso no es algo malo, pues es un anhelo de recrear un pasado que ya no existe. Es más, una regresión.

Por eso es que las campañas nostálgicas utilizan el pasado para hacer que las personas se sientan felices al recordar esos tiempos, entusiasmadas y listas para invertir y comprar. Se trata de un arma poderosa para contrarrestar la soledad, el aburrimiento y la ansiedad, en donde la gente se siente más cerca y se ven más felices. Una conexión significativa, trascendental y memorable, que hace que los humanos se sientan amados y valorados.

Pagamos porque nos traigan un pedazo de nuestro pasado viéndolos remakes de películas y reencuentros de grupos musicales de los años 80 y 90, que gracias a plataformas como Youtube, Netflix y Spotify, hurgan en nuestra infancia y juventud, venerando el pasado porque no estamos satisfechos con el presente y escapamos, aunque sea un poco de la realidad, para refugiarnos en recuerdos del pasado donde las cosas eran más simples.

Es curioso, porque hasta hace pocos siglos, a la nostalgia se le catalogaba como una “enfermedad neurológica de causa esencialmente demoniaca” y la escritora Naguib Mahfuz, Premio Nobel de Literatura, consideraba a la nostalgia como el opio de los sentimentales. Pero hoy la ciencia opina otra cosa. La doctora Erica Hepper, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de Surrey en Inglaterra, explica que la nostalgia es mucho más que una mera rememoración; es un sentimiento, “una emoción cálida y difusa que sentimos cuando pensamos en buenos recuerdos, a menudo, es un sentimiento agridulce, sobre todo feliz y reconfortante, pero siempre con un dejo de tristeza de que lo que estamos recordando se ha perdido de alguna manera”.

Hepper afirma que parece ser que relatar y revivir sus experiencias, las personas pueden mejorar su estado de ánimo y reducir el estrés. “Cuando experimentamos nostalgia, tendemos a sentirnos más felices, a afirmar nuestra autoestima, a estar más cerca de nuestros seres queridos y sentir que la vida tiene más sentido.

Sin embargo, la nostalgia no siempre implica recuerdos positivos, pues puede incluir las experiencias negativas que, al final, nos sirvieron como valiosas experiencias de aprendizaje. Entonces: ¿todo tiempo pasado fue mejor? La ciencia dice que nuestro cerebro tiene la capacidad de traer más recuerdos buenos que malos. Que nuestra memoria es selectiva y que la nostalgia nos ayuda a a lidiar con la realidad.

Y sí, lo confieso, soy de los que no pierden oportunidad de construir recuerdos nostálgicos, y ahora que la ciencia me ha dado la razón, seguiré escuchando música de los 80, viendo las películas de mi época y reuniéndome con los amigos que encontré en mi camino en ese tiempo, en que nos queríamos comer al mundo y es el mundo el que nos ha comido a nosotros. De cuando el futuro eran lo único que importaba. Pero la maldita realidad se impuso y he visto a amigos irse para siempre y atestiguar que el futuro nos alcanzó. Hoy intento luchar todos los días porque que el dolor y las injusticias no me sean indiferentes. Siempre fallo.

No es esto un deseo de convertirnos en “estatua de sal”, atrapado en el pasado. Lo hago consciente de lo que dijera el escritor y poeta estadounidense, ganador del Nobel de Literatura, el gran William Faulkner: “El pasado nunca se muere, ni siquiera es pasado”.

 

@marcosduranf

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