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Opinión

Trotsky en México

Marcos Durán Flores
Por Marcos Durán Flores - 23 agosto, 2022 - 11:21 p.m.
Trotsky en México

“La guerra, al igual que la revolución, saca de quicio toda la vida, de los pies a la cabeza. Pero hay la diferencia de que la revolución dirige sus tiros contra el poder existente, mientras que la guerra lo afirma y consolida, por encontrar en él el único apoyo seguro en medio del caos bélico, hasta que este caos se encarga de enterrarlo en la misma zanja que él abrió”. Es un texto de Lev Davidovich Bronstein, mejor conocido como León Trotsky, y que aparece en su autobiografía titulada “Mi vida”, obra del año 1930. 

Trotsky, personaje de quien en unos días se celebrará un aniversario más de su infame crimen, fue el ideólogo de la revolución rusa y el creador del Ejército Rojo, el ejército del pueblo. Descendiente de judíos y de gran capacidad intelectual, encabezó diversos movimientos populares en tiempos de la Rusia zarista, una época en que se castigaba con cárcel cualquier disenso. El ruso fue encarcelado en 1897, acusado de organizar la “Liga Obrera del Sur de Rusia”, cuyas actividades enfrentaba al régimen autocrático zarista. Fue desterrado a la Siberia, donde logró salir de su encierro para fundar el periódico Iskra. En 1905, durante el primer intento de impulsar la revolución, se trasladó a Rusia en donde fue designado presidente del Soviet (consejo revolucionario) de San Petersburgo. Fracasada la revolución, fue encarcelado y nuevamente deportado a Siberia de donde escapó años más tarde. Fue ahí, en donde por primera vez escuchó hablar de su compañero, de quien más tarde fue su compañero de armas y de ideas: Vladimir Lenin. Ambos se conocieron personalmente en Londres durante un congreso de la Internacional Socialista y desde ahí, inició su sobrenombre de “El Garrote de Lenin”. 

Al inicio de la revolución que acabó con el régimen zarista, Trotsky vivía en los Estados Unidos, en donde trabajaba para un periódico ruso. Inmediatamente se unió a los bolcheviques, formando parte del Comité Central del partido comunista. Trotsky fue un gran conocedor del marxismo, al que llegó a aportar innovaciones importantes como el de la teoría de la revolución permanente. Él era el hombre de las ideas en el régimen, pero tras la apoplejía y posterior muerte de Lenin, un feroz y audaz Stalin, se hizo del poder en la Unión Soviética y lo expulsó y obligó a iniciar su condición de judío errante; situación que lo llevó a vivir exiliado en Estambul, Dinamarca, Noruega y finalmente en México. 

En su exilio, se convirtió en un crítico permanente de Stalin, y en el año de 1936 publicó “La Revolución Traicionada”, un libro que, con 50 años de anticipación, vaticinó el colapso del modelo soviético. Con un tino impresionante, denunció las contradicciones de la sociedad rusa, a medio camino entre el capitalismo y el socialismo. Con profundidad dejaba ver las dos opciones a las que se enfrentaría la Rusia para su desarrollo en el futuro: el retorno al capitalismo si la relación de fuerzas era desfavorable a la clase obrera y un avance hacia el auténtico socialismo si la clase obrera reconquistaba el poder. Sucedió lo primero. 

Perseguido en todo el mundo por las fuerzas de Stalin, León Trotsky llegó a México gracias al generoso asilo que le dio el mejor presidente que ha tenido México: el general Lázaro Cárdenas. Con la intermediación de Diego Rivera y Frida Kahlo, vivió en México, pero la orden había sido definitiva: matarlo a como diera lugar. Ese mortal encargo lo ejecutó Ramón Mercader, un catalán que ingresó a México bajo el nombre de Jacques Monard Vendendreschd, y que, al encontrarlo dormido, apretó el piolet (herramienta usada por los alpinistas) y con todas sus fuerzas asestó un golpe en la cabeza que provocó finalmente su muerte un 21 de agosto de 1940. 

Terminaba así el sueño utópico de Lenin y Trotsky de formar una nación de iguales, algo que según acusaba, daba gran felicidad a los enemigos de la revolución del país de los Soviets. Y es que fue la primera revolución que llevó a la clase obrera al poder, grupo que muy pronto terminó traicionando sus ideales. Un movimiento que años después describió a la perfección el escritor mexicano Carlos Fuentes al decir: “Las revoluciones las hacen los hombres de carne y hueso y no los santos y todas acaban por crear una nueva casta privilegiada”. 

 

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