Por: Armando Fuentes
Doña Pasita le contó a su vecina: “Mi hija salió de la Prepa Abierta”. “Pues te fue bien –replicó la otra-. La mía salió embarazada”… “Doctor –le dijo el preocupado paciente al doctor Ken Hosanna-.
En las radiografías que me toman aparecen sumas, restas, divisiones y multiplicaciones”. Al punto diagnosticó el facultativo: “Seguramente tiene usted cálculos”… La palabra “paparrucha” es voz sonora y expresiva. Alude a lo que es mentira tonta, invención sin sustancia, acción carente de sentido y de verdad.
Pues bien: sin faltar a la verdad ni al buen sentido se puede decir con sobra de razón que las consultas hechas por López Obrador son eso, paparruchas que sólo sirven para dar apariencia democrática a los ucases del Presidente, órdenes tajantes y arbitrarias que sus camarlengos no se atreven a cuestionar, así sean tan desatinadas y aberrantes como la que llevó a la cancelación del aeropuerto de Texcoco o al cierre de los ductos de gasolina para combatir el huachicoleo. La forma en que AMLO impone a capricho su omnímoda voluntad, la manera en que se aparta de la ley, el desdén altanero que muestra por la sociedad civil, son indicios ominosos que preocupan a muchos ciudadanos.
El Poder Legislativo y el Judicial deben pensar en el bien de México y servir de efectivos frenos y contrapesos al desorbitado poder del Ejecutivo.
Si no lo hacen serán responsables de la pérdida de la libertad y la democracia conseguidas a costa de tantos esfuerzos y tan grandes sacrificios… Inmoral en extremo es la historieta que sigue, la cual cierra hoy el telón de esta columnejilla. Las personas con escrúpulos morales harían bien en abstenerse de posar los ojos en tan indecente chocarrería. La leyó doña Tebaida Tridua, censora de la pública moral, y fue víctima de una súbita erupción de pénfigo que su médico de cabecera hubo de tratarle con frotamientos de aceite cuminol. He aquí ese vitando cuento… El león, rey de la selva, solía invitar a sus vasallos a una comida el día de su cumpleaños, 15 de noviembre, fiesta de San León.
Sucedía, sin embargo, que el ágape degeneraba siempre en escandalosa orgía. Los invitados bebían mucho, y así, ebrios y soliviantados, se entregaban a toda suerte de excesos de libídine sin distinción de géneros ni especies.
La jirafa se ayuntaba con el elefante; el cocodrilo con la cebra; el dromedario con la tortuga, etcétera. El león decidió poner fin a tan enormes desafueros e hizo que en la siguiente fiesta los animales machos dejaran en la puerta el atributo que los distinguía como tales, a cambio del cual recibían un vale que les serviría para recogerlo al fin de la festividad. Merced a tan sabia previsión la comida se llevó a cabo ese día en perfecto orden, tanto que el hipopótamo cantó “El chorrito”, de Cri Cri; el chacal recitó magistralmente “El brindis del bohemio”, y al final todos los comensales unieron sus voces para entonar el “Va, pensiero”, del tercer acto de la ópera “Nabucco”, de Verdi, seguramente el más famoso coro operístico que existe. Terminado el ágape los invitados se retiraron, no sin antes cambiar los animales machos el vale que recibieron por su respectiva parte de másculo, pues sus hembras les habían dicho una y otra vez en el curso de la comida: “No se te vaya a olvidar recoger aquello ¿eh?”. Al salir del recinto donde el banquete se había efectuado el mono llamó aparte a la monita y le dijo en voz baja muy nervioso: “¿Qué crees? En la puerta me dieron por equivocación la parte del onagro. ¿Qué hago?”. Respondió al punto la monita: “Hazte pendejo y vámonos aprisa a la casa”… (Nota de la redacción. El onagro es el asno salvaje)…
FIN.