CIUDAD DE MÉXICO .-Lady Godiva cabalgó desnuda por las calles de Coventry en protesta porque su esposo, señor feudal de la comarca, había aumentado los impuestos. Cuando la hermosa mujer volvió a la casa su marido le preguntó: “¿Dónde andabas?”. Contestó lady Godiva: “Fui a cabalgar desnuda por las calles como protesta porque aumentaste los impuesto”.
“¡Sí, desdichada! -replicó el esposo hecho una furia-. ¡Pero el caballo regresó hace tres horas!”. “Aprende a cocinar, hijita -le aconsejó la abuela a su nieta-. El camino para llegar al corazón de un hombre pasa por su estómago”. “Abuelita -respondió la muchacha-, yo me sé un caminito mejor”. En el ring, sentado en el banquillo de su esquina, Kid Groggo le preguntó a su manager: “¿En qué round vamos?”.
Respondió el hombre: “Cuando oigas la campana empezará el primero”. La Benemérita y Centenaria Escuela Normal de Coahuila, mi estado natal, cumple este día 125 años. Yo fui alumno de esa prestigiosa institución. En ella cursé la secundaria; de ella recibí el valor del orden. Luego, en el glorioso Ateneo Fuente, aprendí el valor de la libertad. Buena combinación es ésa: libertad con orden. Si la manejas bien, sin dejar que uno de esos valores suprima o coarte al otro, puedes ir a muchas partes. En la Normal tuve maestras que dejaron profunda huella en mí: la señorita Sutton -Ethel-, maestra de Biología: nos dio a ver los misterios de la vida en una flor de alhelí; doña Juanita Flores viuda de Teissier, gran señora que a todos nos dirigía, incluso al director; Melita -Amelia- Vitela de García, toda ternura, toda suavidad, que en su clase de Español nos hizo leer lo mismo “María”, de Jorge Isaacs, que las desaforadas aventuras de Pito Pérez; la señorita Victoria Garza Villarreal, a quien amó el poeta Manuel Múzquiz Blanco; doña Gertrudis Méndez de López de Lara, nuestra bondadosa maestra de Inglés. Todas esas excelentísimas maestras pusieron algo de su vida en la mía.
Entiendo que eso es lo que distingue al buen maestro: sigue estando en sus alumnos aunque ya no esté con ellos. Orgullo de Coahuila es la Escuela Normal. El otro día volví a subir los peldaños que conducen a su majestuoso pórtico, y en cada paso el corazón se me quería salir, no por efecto de los años -a Dios gracias tengo todavía una buena condición-, sino por efecto de los recuerdos. Hoy que la Benemérita llega a su aniversario le digo que éstas son las Mañanitas que cantaba el rey David. Ovonio Grandbolier posee tres especialidades: tiene licenciatura en pereza, maestría en holganza y doctorado en haraganería.
Anoche les contó a sus amigos en el bar: “Mi esposa y yo estamos afrontando en nuestra casa un problema de mantenimiento. Mi suegro ya no nos quiere mantener”. Conocemos bien al tal Capronio: es un sujeto ruin y desconsiderado. Fue con su esposa a una cena. A los postres se puso en pie, alzó su copa y dijo: “Quiero que me permitan brindar por la mujer que en todos estos años me ha dado su amor, su compañía, su consejo y su apoyo. Desgraciadamente no está aquí”.
Don Poseidón, hombre bueno y sencillo del norte, fue a París. En la calle lo abordó un sujeto que le dijo en correctísimo español: “Puedo conseguirle una muchacha”. “No” -respondió el ranchero apresurando el paso. El individuo fue tras él y le ofreció: “Puedo conseguirle un muchacho”. “No, no” -volvió a decir el vejancón, cuyas capacidades expresivas eran bastante limitadas, sobre todo en situación de apuro. Preguntó el tipo: “Entonces ¿qué le puedo conseguir?”. Se detuvo don Poseidón. “Pelao -le pidió en ansioso tono-, consígueme un restorán donde vendan cabrito”
FIN.