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Opinión

Alegría de la salvación

P. Noel Lozano
Por P. Noel Lozano - 12 diciembre, 2021 - 10:47 a.m.
Alegría de la salvación

 Alegría de la salvación

Los textos litúrgicos de este tercer domingo de Adviento son un himno a la alegría. Este año, celebramos junto a la alegría del Adviento a Aquélla que ha sido portadora de la esperanza, del gozo, de la alegría de la salvación: María de Guadalupe. Escuchamos en los textos de la Sagrada Escritura: la alegría para los habitantes de Jerusalén que verán alejarse el dominio asirio y la idolatría y podrán rendir culto a Dios con libertad. Alegría de los cristianos, una alegría constante y desbordante, porque la paz de Dios “custodiará sus mentes y sus corazones en Jesús”. Alegría del mismo Dios que exulta de gozo, en voz de Isabel, al estar en medio de su pueblo para protegerlo y salvarlo. Alegría que comunica, María Santísima, en su encuentro con Isabel.

¿Pero, por qué alegrarse en medio de una pandemia?. Son varias las causas:

1) Primeramente, porque Dios ha anulado su sentencia. Sofonías imagina a Dios como a un jefe de tribunal que, después de haber dictado sentencia condenatoria, la anula. ¿Cómo no alegrarse? Históricamente se refiere a la pesante opresión que el imperio asirio ejercía sobre el reino de Judá en tiempo del rey Josías, y de la que Dios libera a su pueblo. Dios anula cualquier sentencia y nos da la alegría de hacernos sentir su presencia.

2) Alegrarse, porque Dios está en medio de ti. Esa presencia divina de poder y de salvación libra de todo miedo, y renueva al reino de Judá con su amor. Es una presencia protectora y segura, Dios protege, no somete; cuida, no lastima. Y nos hace sentir su cariño con la presencia de su madre, María. La pandemia nos está dando la oportunidad de espantar el miedo, renovarnos y alegrarnos por la oportunidad de ganar seguridad en ese Niño de Belén que nace y viene a encontrarse con nosotros.

3) Alegrarse, porque el cristiano posee la paz de Dios que supera toda inteligencia. Esa fe de Dios, que es fruto de la fe y del bautismo, y que se experimenta de modo eficaz en la celebración litúrgica, cuando “presentamos a Dios nuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias”. Y esa paz que alcanzamos, con la presencia e intercesión eficaz de María.

4) Finalmente, alegrarse porque en este camino de Adviento, caminamos junto a María, la llena de gracia. María aporta a nuestra vida una realidad cristológica, eclesiológica y antropológica que nos proyecta a una vida plena; nos ayuda a iluminar nuestra vida a la luz del fruto de su vientre, nos ayuda a entender nuestro compromiso bautismal a raíz de la Encarnación, nos ilumina sobre el sentido más profundo de nuestra existencia y alegría auténtica a la luz de nuestra historia personal. Por todo esto, podemos decir que el cristianismo es la religión de la alegría. Alegría porque Aquélla que fue a visitar a Isabel, nos visita no sólo en el Tepeyac, sino en nuestra familia, en nuestros trabajos y en nuestra vida personal, podemos decir como Isabel: ¿Quiénes somos nosotros para que la madre de nuestro Señor venga a vernos? Viene a vernos y nos pone el reto del deafío de la alegría, de la caridad, del amor.

Leer durante el Adviento el evangelio, es leer textos que nos invitan a vivir con alegría. El tiempo de pandemia se ha caracterizado por el miedo y la incertidumbre, el Evangelio es un mensaje de gozo, de alegría que se dirige a todo tipo de personas. El Evangelio consiste sobre todo en la donación y amor al prójimo, como María lo hace en su aceptación y en su entrega a asistir a su prima. Así la gente es invitada a compartir con los demás: un mensaje de consulelo, de alegría, tiempo, vestuario y la ayuda que podamos brindar. El Evangelio de la alegría se implanta y produce frutos magníficos allí donde se vive el mandamiento del amor, cada uno según su profesión y su condición de vida. María alegró el corazón de Isabel, no sólo por su compañía, sino porque la acerco al “fruto de su vientre”, que provoca que en su seno saltara de gozo Juan.

Que este tiempo de Adviento sea un periodo de alegría y paz. Seamos portadores de Dios a los demás. Seamos portadores de alegría a los demás. María se aparece en el Tepeyac para hacernos sentir su presencia maternal: “aquí estoy yo que soy tu Madre”. Hagamos el camino fácil para que todos los hombres sientan, gocen e iluminen su corazón de este mensaje, un mensaje que nos ayuda a postrarnos y ponernos delante del Salvaror.  

Santa María Inmaculada, de la Dulce Espera, Ruega por nosotros.

P NOEL LOZANO: Sacerdote de la Arquidiócesis de Monterrey. www.padrenoel.com; www.facebook.com/padrelozano; padrenoel@padrenoel.com.mx; @pnoellozano

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