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Opinión

Servir con entrega y sacrificio

P. Noel Lozano
Por P. Noel Lozano - 17 octubre, 2021 - 09:47 a.m.
Servir con entrega y sacrificio

Servir con entrega y sacrificio

Este fin de semana reflexionamos en la importancia del servicio, de la entrega. Isaías hace hincapié en la importancia de la entrega a los demás como un valor supremo; Jesús nos precede a todos en el servicio, realizando en sí la figura del siervo de Yahvéh, despreciado, marginado, hombre doliente y enfermo, que se da a sí mismo en expiación. El autor de la carta a los hebreos describe de manera muy hermosa como Jesús al hacerse como nosotros en todo, menos en el pecado, nos comprende y ayuda en nuestras debilidades, llega a compadecerse de nuestras flaquezas. En el Evangelio de San Marcos vemos como Jesús purifica la intención de ambición de los apóstoles, les recuerda que lo importante es la ley del servicio, “El que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será su servidor, y el que quiera ser el primero entre ustedes, será esclavo de todos”, nos dice Jesús en el Evangelio. El servicio que está acompañado de amor y sacrificio.

Ser cristiano es ser servidor. Es indudable que en el cristianismo actual hay una mayor conciencia de la Iglesia como comunidad de servicio, de cada cristiano como servidor, aunque puede haber individuos o grupos en que esta conciencia esté disminuida o casi no exista. Esta conciencia es una gran riqueza de la Iglesia de nuestro tiempo. Demos gracias al Señor porque esta conciencia es ya un fruto de su gracia redentora. La conciencia, lo sabemos, es insuficiente. De la conciencia hay que pasar a la vivencia. Y este paso, gracias al Señor, lo han dado también, y lo dan cada día, muchos hijos de la Iglesia. Un servicio acompañado de una entrega muchas veces silenciosa y sacrificada.

La Iglesia está en primera línea en el servicio a los marginados. La Iglesia está en primera línea en la ayuda eficaz, por más que sea pequeña, a los países que sufren calamidades naturales, o el terrible flagelo de la guerra. Está en primera línea en el servicio al hombre, sobre todo al hombre indefenso, defendiendo con vigor y constancia los derechos fundamentales del ser humano, particularmente el derecho más fundamental como es el de la vida. La Iglesia está en primera línea en la promoción y defensa de los valores humanos y cristianos. En cada parroquia, en cada diócesis, ¡cuántos modos, a veces muy sencillos, de servir al hombre! 

Servir y sufrir. Aunque espiritualmente el servicio puede ser un manantial de alegría, el sufrimiento con sus diferentes rostros no está ausente del servicio. Para servir hay que sufrir. Hay que sufrir la fatiga, el duro esfuerzo del estar dándose en primera fila, la enfermedad incluso. Hay que sufrir muchas veces la humillación, y hasta el desprecio y la ingratitud de aquéllos a quienes sirves. Hay que sufrir, en otras ocasiones, el drama de la enorme distancia entre lo que uno hace al servicio del hombre y las ingentes necesidades de muchos millones de hombres en el mundo. Hay que sufrir quizás la incomprensión de los demás, los comentarios hirientes y a veces mordaces, las interpretaciones equivocadas que algunas personas pueden dar a tu servicio. No es fácil servir sufriendo. Puede hacerse gracias a la fuerza de la meditación orante de la Palabra de Dios que vivifica el espíritu; gracias a la energía que nos viene del pan eucarístico; gracias a una fe gigantesca, que hace descubrir en el hombre, cualquiera que sea, al mismo Cristo vivo y presente entre nosotros en el hoy de nuestra vida

Hermano o hermana que sufres por servir, ¡no tengas miedo! En el servicio sufrido al prójimo encontrarás con toda seguridad a Dios y te encontrarás a ti mismo. Estos tiempos son una oportunidad para sacudirnos la indiferencia, el letargo, la rutina, las malas noticias y ser prácticos, salir a encontrarnos con los demás sin esperar nada a cambio. Una vida cristiana respaldada de una entrega, de un servicio sacrificado y llenos de renuncias por amor a los demás, vale la pena, vale la vida eterna.

Santa María Inmaculada, de la Dulce Espera, Ruega por nosotros.

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