Casi a mediados del siglo XIX, tan luego como tuvo noticia de la aparición en el norte, del cólera asiático (en nuestra población “cólera chico”), el Alcalde José María Flores, anticipándose, dispuso que se hiciera un nuevo panteón y para el efecto se iniciaron los trabajos que personalmente supervisaba, concluyéndose aproximadamente mes y medio antes de la aparición de la epidemia, sin imaginarse que seria él mismo la primera persona en ser sepultada en ese lugar.
El edil era una persona muy alto, blanco, robusto, más bien obeso. Su casa habitación se ubicaba en la esquina que hoy forman las calles de Miguel Blanco y de Guerrero, con el frente hacia las Casas Consistoriales.
El Panteón de Santiago, se localizaba al sur-oeste de la ciudad, en las inmediaciones del edificio recién inaugurado del Rastro Municipal, que posteriormente fue cerrado cuando en 1899 fue inaugurado el Panteón de Guadalupe, siendo Alcalde don Cecilio Páez. Para referirse al cementerio contiguo al Hospital (Museo Coah. y Tex.), se le conocía como “Camposanto Viejo” donde fueron sepultados muchos de los Insurgentes fusilados.
Imágenes recientes del lugar donde se ubicaban el Panteón de Santiago y el “Camposanto Viejo”.