Mi bisabuela María del Refugio, Montemayor, casada con Víctor de los Santos, vivió frente a la Plaza Juárez en El Pueblo, justo entre la hoy escuela Francisco I Madero y la calle Dos de Abril; ella fue un eslabón más en la tradición de montar el nacimiento navideño, práctica que continuó su hija, la tía Romanita de los Santos, señorita mayor.
En el siglo XIX, el calendario religioso regía la vida de la gente, el montar el nacimiento era todo un acontecimiento que alegraba la mayoría de las casas, siempre con gran entusiasmo, los recursos variaban de acuerdo a las posibilidades de la familia.
Generalmente se escogía un rincón de la sala, en donde se montaba con piedra tosca y lodo, un cerrito para el nacimiento, entre más grande mejor y al lado del cerrito se colocaba el árbol, algunas pocas familias podían traer pino de la Gloria, la mayoría usaban algunas ramas de gobernadora y con pequeñas ramitas simulaban arbolitos en torno al pesebre.
Al árbol se le colgaban algunas esferas de acuerdo a la costumbre, pero su verdadero encanto lo adquiría al colocarle la nieve, indispensable por tratarse de un árbol navideño.
La nieve se elaboraba derritiendo brea dentro de una lata, la tía Romanita tomaba un caño de carrizo que introducía al bote para tomar algo de brea, luego, sobre el árbol soplaba y soplaba dejando volar chorros de burbujas que se iban posando sobre las ramas, allí escurría y se transformaba en nieve, cobrando una blancura de destellos tornasolados, mágicos; en un tiempo en que la luz radiaba de un quinqué o de algunas velas, al quedar el pesebre cubierto por aquellos hilos que lo envolvían, lo hacían parecer un capullo maravilloso, el mejor para recibir al santo niño.
Quienes sabían poner la brea, iban por el pueblo con todo y lata, casa por casa, ya que pocas personas lo hacían con destreza.
Una vez pasada la navidad y día de reyes, llegado el día de levantar al niño, se hacía otra gran fiesta con rezos, muchos cantos, aquí también había quien se sabía toda la cantada y hasta un dinerito cobraba.
La fiesta terminaba con tamales hojarascas, chocolates y champurrado. Allá en El Pueblo dicen… que mi tía Visitación cantaba muy hermoso, con mucha devoción y mucha tradición.