La historia más grande jamás contada, la del nacimiento de Jesús, no resiste el escrutinio de la verdad; los hechos no alcanzan a sostener el mito. La fecha, los lugares, los personajes, los supuestos fenómenos alrededor de ella. Nada sucedió como lo han contado. Analice por sí mismo la historia y se dará cuenta que el 25 de diciembre, día en que el cristianismo celebra el nacimiento de Jesús, presenta muchas inconsistencias. El primer dilema al que se enfrenta esta tradición judeocristiana, es que la propia Biblia, la principal fuente de información histórica para referir el supuesto milagro de Belén, jamás menciona una fecha de nacimiento. Los evangelios de Mateo y Lucas relatan solo imprecisiones. Si no me cree, léalos.
Lo que sí está claro, es que los romanos celebraban en esa fecha su fiesta más importante: el nacimiento del Sol Invictus y del entonces Dios pagano Mitra. Constantino y el Concilio de Nicea decretaron utilizar el 25 de diciembre como día del nacimiento de Jesús, pues la fecha ya era una fiesta popular. De la estrella de Belén y los reyes magos, ni hablar. La astronomía no ha conseguido encontrar algún rastro; ni una sola señal de que esa estrella Iluminara los cielos anunciando la llegada del Salvador. Además, ni la antropología, ni la historia, han encontrado referencia alguna de estos “supuestos” reyes magos de Oriente, que habrían visitado Judea para presentar sus respetos por medio de oro, incienso y mirra al hijo de Dios. Partiendo de esto, las demás tradiciones que rodean la Navidad como Santa Claus y el árbol, son mitos y leyendas convertidas en costumbres.
Lo que es una verdad irrefutable, es que el escritor inglés Charles Dickens fue el promotor de que la celebración renovara su ánimo. Su libro “A Christmas Carol”, traducida como “Un cuento de Navidad”, logró que occidente retomara esta fiesta. Dickens, no inventó la Navidad, pero si la volvió a poner de moda y con ella, el “ambiente navideño”. Los aparadores arreglados para la ocasión, la cena en familia, las reuniones con amigos y claro los regalos.
En lo personal, durante décadas dejé de celebrar la Navidad. La primera razón para hacerlo fue la muerte de mi abuelo. ¡Y es que vaya ocurrencia esa de morirse un 24 de diciembre! Para la familia y en especial para mí, la fecha recordaba una tragedia pues lo que para muchos representaba un nacimiento, para nosotros era un recordatorio de muerte. Morir en lo que suele llamarse como Nochebuena, fue el acto final de quien murió tal y como vivió, siempre en la controversia. Desde entonces, en mi familia no hubo cena ni reunión de Navidad. La fecha no se celebraba,
Luego vino el exceso de información. El conocimiento que decía Aristóteles “engendra las grandes dudas”. Así me di cuenta que hemos sido educados en base a dogmas. Que María no pudo haber dado a luz siendo virgen; Jesús no resucitó, nadie lo ha hecho; tampoco nació un 25 de diciembre, no existieron los reyes magos, mucho menos la estrella de Belén y que las costumbres y tradiciones se habían torcido para dar vida a una celebración superflua, vacía.
Fue así que me convertí en un moderno Scrooge de Dickens, un joven-viejo gruñón que detestaba la Navidad. Así estuve por muchos años, arruinando fiestas con comentarios mordaces; el sarcasmo a flote burlándome de lo ordinario que resultaba celebrar algo que jamás sucedió y que era solo la ocasión perfecta para falsos arrepentimientos.
Ni siquiera mis hijos se salvaron de mi humor ácido, pocas veces soportable. Pero estos últimos años han sido diferentes. Y es que no contaba con dos elementos sorpresa, sucesos inesperados. Hace ocho años llegó a nuestras vidas Carlos Enrique, mi primer nieto; un niño de ojos expresivos y de ceño fruncido que me trae de cabeza. Luego nació Alejandro su hermano, encantador, amoroso y ocurrente.
Así que esta noche estaré haciendo eso que por muchos años critiqué: Cantando villancicos, abriendo regalos y conviviendo en familia. Esta noche junto a mis nietos, mis hijos Sofia, Rodrigo y Regina, mi esposa Sandra y toda mi familia, celebraré mis primeras navidades, las de mis nietos y la mía. No es que de repente crea en todo, pero Carlos y Alex, tendrán su propia oportunidad de decidir si creer o no, así que por lo pronto Feliz Navidad a todos.
@marcosduranf