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Coahuila

Narra Jocelyn valdez accidente en mall

Traumatólogo estaba en la barbería y fue quien la atendió

Por Carolina Salomón - 08 mayo, 2025 - 09:08 p.m.
Narra Jocelyn valdez accidente en mallEntre vendas, cicatrices y el dolor de múltiples cirugías se encuentra Jocelyn en una camilla del hospital privado.

A una semana del accidente que casi le cuesta la vida, postrada en una cama del Hospital Saint Marie, entre vendas, cicatrices y el dolor de múltiples cirugías, Jocelyn Valdez Silva, empleada de una barbería del Paseo Monclova, narra lo que vivió en ese momento crítico cuando un ventanal de vidrio y metal del Mall se vino abajo durante la tormenta del jueves primero de mayo y le cayó encima, dejándola en medio de vidrios, sangre y dolor.

Las imágenes de ese día no dejan de perseguirla, pero, a pesar del dolor y la incertidumbre, mantiene la esperanza.

"Soy afortunada de estar aquí, viva, estar con mi familia, con mis amigos. El simple hecho de despertar aquí es como un logro para mí", dice Jocelyn con una mirada serena.

La joven de 30 años de edad aún se recupera de las intervenciones quirúrgicas, entre ellas la de su pierna izquierda, los brazos, las canillas, la tibia, y una herida en la cabeza.  

Aquel día comenzó como cualquier otro en el Mall. Jocelyn y su amiga estaban disfrutando de su hora de comida, cuando la lluvia y granizo comenzó a arremeter con fuerza.

"Escuchábamos la lluvia, mucho ruido de viento, granizo, todo estaba descontrolado", recuerda.

Lo que parecía ser una tormenta más, se convirtió rápidamente en una amenaza mortal para clientes y empleados del centro comercial.

El ventanal que se desplomó no fue un simple accidente. Jocelyn fue la desafortunada víctima de un sistema de estructuras que no resistió la tormenta.

Recordó que, al estar comiendo, ella y su amiga decidieron ir por unos refrescos, sin embargo, fue ella la primera que salió del local, y al ver que su compañera aún no caminaba hacia fuera se regresó para apresurarla, quedando al exterior de la barbería, muy cerca de la puerta.

"Me regresé al local para decirle a mi amiga que ya nos fuéramos por los refrescos. En ese momento, vi que el cristal de un ventanal y la estructura de metal venían directamente hacia mí. No me dio tiempo de reaccionar. Solo pude poner mis manos en mi cabeza, pero el golpe fue muy fuerte", relata.

El impacto fue inmediato y devastador. Sentía su cabeza latir con fuerza, su visión se nublaba y el dolor la invadía.

"Quise levantarme, pero no podía. Caí de rodillas. Solo pude extender los brazos pidiendo ayuda a mi compañero. ´¡Ayúdame, ayúdame!´", recuerda, la voz quebrada, pero sin perder su claridad.

Aquel día, se vio de rodillas en el suelo, rodeada de fragmentos de vidrio, con una sangre que se mezclaba con la poca agua de lluvia que había ingresado por el ventanal que se desprendió.

Su cuerpo, inmovilizado por las fracturas y las heridas, era como una imagen congelada en el tiempo, una cama improvisada de vidrio y dolor.

La suerte estuvo de su lado cuando un hombre, un traumatólogo, que justo se encontraba cortándose el cabello en la barbería, reaccionó rápidamente ante el caos.

"Era como si Dios lo hubiera puesto ahí. Estaba justo donde tenía que estar", dice Jocelyn, al recordar cómo aquel profesional comenzó a atenderla de inmediato.

Mientras el mundo alrededor de ella parecía desmoronarse, él no solo la atendió físicamente, sino que también trató de mantenerla consciente.

"Nunca perdí el conocimiento. Escuchaba todo a mi alrededor, vi todo. Estaba allí, en medio del dolor, pero con la conciencia clara de que aún estaba viva", dijo.

La ambulancia, que tardó 40 minutos en llegar, también fue un reto en medio de la tormenta. El Bulevar Harold R. Pape estaba inundado y los vehículos no podían avanzar, lo que dificultó el traslado a hospitales como la clínica 7 del IMSS u Hospital Amparo Pape.

"Me decían en la ambulancia: ´No te duermas, no te duermas´. Escuchaba a la gente a mi alrededor preocupada, pero yo sentía que todo lo que estaba viviendo, era parte de un proceso que, aunque doloroso, tenía un propósito", explica.

Durante esos primeros momentos tras el accidente, experimentó una mezcla de miedo, dolor e incertidumbre.

"Cuando me cayó el cristal en la cabeza, pensé que hasta ahí llegaba. Miré todo desde fuera, me vi de rodillas con vidrios enterrados en todo el cuerpo. Mi preocupación no era solo por mí, sino por mi familia. Pensaba en lo que sucedería si no sobrevivía, qué les pasaría a mis papás, como iban a cargar conmigo si ya no quedaría bien", indicó.

"Cuando llegué al hospital, a la primera persona que llamé fue a mi primo Rusbel. Necesitaba a alguien tranquilo, alguien que pudiera decirles a mis padres lo que había sucedido sin causarles un gran impacto", relata.

A pesar del dolor, de las operaciones y de la incertidumbre sobre su recuperación, Jocelyn mantiene una actitud admirable.

"No me he sentido deprimida. Creo que todo pasa por algo. Tal vez esta experiencia me ayudará a cambiar, a ser mejor, a ayudar a los demás a tomar conciencia sobre lo que puede suceder si no prestamos atención a lo que realmente importa."

Jocelyn sabe que aún no está fuera de peligro, que su pie podría dejar secuelas y que su vida nunca será igual. Pero también está decidida a salir de esta experiencia más fuerte.

"Pienso que todo pasa por algo, y aunque no sé qué me depara el futuro, voy a hacer las cosas de manera diferente después de todo esto. Esta experiencia me ha dado una nueva perspectiva sobre la vida. Y estoy conforme, no por lo que me pasó, sino porque estoy viva. Podría haber sido peor", afirma.

Al mismo tiempo, no olvida lo sucedido en el mall, al personal administrativo del Paseo Monclova les hace un llamado. Hay que poner atención en las estructuras, no solo en ver que abren nuevos negocios. No basta con construir algo bonito, hay que asegurarse de que sea seguro para todos, clientes y empleados por igual", concluye.

Jocelyn, aunque aún en el proceso de sanación, ha encontrado la fuerza para reflexionar sobre lo que fue, lo que es y lo que será.

Después de este accidente, hay una lección en ella, aunque dura, recuerda que la vida puede cambiar en un instante, y que, a veces, el verdadero valor de la vida se encuentra en la fuerza con la que decidimos enfrentarnos a la adversidad.

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