A sus 64 años, Cuauhtémoc Trinidad Muñoz, mejor conocido como Don Temo, cumplió un anhelo que compartía con sus nietos Elier y Dánae, de 7 y 8 años: iniciar el ciclo escolar con uniformes y útiles nuevos, como muchos otros niños. El gesto fue posible gracias a la solidaridad de ciudadanos que, al conocer su historia, se unieron para apoyarlo.
Sin embargo, entre la alegría de verlos listos para la escuela, persiste una ausencia imposible de compensar: la de su madre.
"Ellos quisieran que los trajera su mamá, así como todas las mamás, pero ella se fue. Venía de vez en cuando por ellos, pero los vecinos me decían que sufrían golpes y que no les daban de comer", relató con tristeza.
La madre de los pequeños, Guadalupe Medrano, los abandonó hace tres años y nunca más regresó.
En un principio quedaron bajo el cuidado de su padre, de 32 años, atrapado en las adicciones, lo que agravó la situación. Finalmente, fue Don Temo, viudo y pensionado, quien asumió la responsabilidad total de criarlos.
"Yo tengo que levantarme temprano, bañarlos, cambiarlos y traerlos a la escuela. Me siento muy contento, gracias a la gente que ayudó, y con Dios agradecido porque logré reunir todo lo necesario para que vinieran a la escuela", expresó.
El abuelo reconoció que la ayuda ciudadana fue un verdadero milagro. "Me sorprendí de tantos buenos corazones. Hay mucha gente mala, pero también hay gente muy buena. Les mando bendiciones a todos los que me ayudaron", dijo conmovido.
Con su pensión baja y la imposibilidad de trabajar —pues debe cuidar y llevar a sus nietos—, costear uniformes y útiles escolares era un reto imposible.
Pero la solidaridad cambió el panorama. Todo inició cuando Pablo, su vecino, le preguntó si ya tenía todo lo necesario para el regreso a clases. Al escuchar su respuesta negativa, la ayuda se volcó hacia la familia.
El resultado fue que Elier y Dánae estrenaron uniformes y mochilas en su primer día de clases a la escuela Moisés Asís del municipio de Frontera, algo que Don Temo no imaginaba.
"Se iban a ir con su mochila usada, y su uniforme de antes, pero gracias a la gente llegaron estrenando", compartió emocionado.
Aunque la lucha diaria no es sencilla y el dolor por la ausencia de los padres sigue presente, Don Temo asegura que no se rinde.
Su mayor recompensa, dice, es ver sonreír a sus nietos mientras entran a la escuela con la ilusión de un nuevo comienzo.