Entre cantos, rezos y el inconfundible aroma de la fe popular, los barrios de Monclova volvieron a demostrar este jueves que el corazón religioso de la ciudad late con más fuerza en sus calles que en cualquier salón elegante. Desde tempranas horas, cientos de familias salieron a celebrar a la Virgen de Guadalupe, patrona y madre de los mexicanos, en una jornada donde la devoción superó distancias, estratos y diferencias.
Las colonias más tradicionales —donde la vida se escribe entre esfuerzo, comunidad y esperanza— protagonizaron una vez más la peregrinación espontánea y sincera que cada 12 de diciembre recuerda por qué la fe del pueblo pesa más que cualquier gesto de protocolo. Aquí, en los barrios donde se vive con el sudor de la frente, la fe se siente más pura, más auténtica, más cercana, contrastando con las ceremonias de aparador que algunos sectores acomodados acostumbran.
Niños con estandartes improvisados, madres cargando imágenes heredadas y adultos mayores que aún caminan con paso lento pero convicción firme, avanzaron por las calles para rendir homenaje a la Virgen Morena. No hubo lujos; hubo devoción. No hubo reflectores; hubo gratitud.
"Nosotros no tendremos dinero, pero tenemos fe, y esa es la que nos sostiene", expresó doña MECHE, vecina del barrio de Praderas del Sur, quien desde hace casi cuatro décadas participa en esta tradición. Su testimonio se repite en cada colonia, donde la humildad no disminuye la grandeza del sentimiento guadalupano, sino que la engrandece.
Con música de tambora, rezos en voz alta y veladoras que alumbraron incluso bajo el sol, las comunidades convivieron, compartieron alimentos y renovaron su promesa de seguir honrando la tradición año tras año.
Hoy, como sucede desde generaciones, Monclova recordó que la fe no nace del bolsillo, sino del corazón. Y ese corazón, el de sus barrios, volvió a demostrar que es más firme, más fuerte y más guadalupano que cualquier acto protocolario.