Amables lectores, tengan ustedes un buen día.
Antes de cualquier otra cosa. Hace unos años tuve la oportunidad de asistir a un curso de redacción en el que la expositora nos señaló algunas recomendaciones (en ese entonces recientes) que la Real Academia de la Lengua Española había tenido a bien hacer. Uno de dichos encargos se refería a utilizar la “q” en lugar de la “k” en todas las ocurrencias, de manera que no se incurriría en error en caso de escribir “quilogramo”, “quilómetro” o “quiosco”. Me he resistido a acatar esa disposición creo que principalmente porque “chango viejo no aprende maromas nuevas”.
Recientemente, he visto una publicación en la que la misma Real Academia recomienda escribir “Catar” al referirnos al país en el que se habrá de celebrar a partir de noviembre próximo la fase final del Campeonato Mundial de Fútbol. Sin embargo, por la misma razón que he escrito líneas arriba, tengo muy arraigada la costumbre de escribir “Qatar”, muchas veces sigo escribiendo “Pekín” en lugar de “Beijing” y “Kiev” en lugar de “Kyiv” de modo que habrán de disculpar. Dicho lo anterior, prosigo.
Hace unos días se llevó a cabo el sorteo para definir el arreglo en grupos de los equipos que habrán de participar en el torneo antes mencionado. A nuestro país le tocó un grupo en el que también se encuentran Argentina, Polonia y Arabia Saudita.
Me ha tocado escuchar opiniones en el sentido de que es un grupo bastante difícil, pero ¿no se supone que de eso se trata la fase final de un campeonato? Sin ir más lejos, en el pasado mundial celebrado en la hasta ese entonces amistosa Rusia, nuestra selección participó en el mismo grupo en el que estaban Alemania, Suecia y Corea del Sur.
De acuerdo con los antecedentes inmediatos, el panorama parecía bastante sombrío. Nuestro representativo era dirigido por un colombiano que no terminaba de convencer a la afición dada su costumbre de realizar cambios inesperados tanto en los jugadores como en sus funciones. Alemania venía de ser campeón mundial de la edición anterior y en semifinales se había lucido goleando al anfitrión Brasil por un contundente marcador de 7-1 y en la copa confederaciones de 2017 en la misma Rusia había derrotado a México por 4-1.
En los tres enfrentamientos previos dentro de los mundiales entre los germanos y los mexicanos había: un empate a cero (que se definió en penales en México ’86) y una triste derrota en Argentina ’78 cuando era la Alemania Occidental y oootra triste derrota aunque por un más presentable 2-1 ante la Alemania (ya reunificada) en el torneo de Francia en 1998.
Ante Suecia solamente había un juego previo en los mundiales: una derrota 0-3 en el torneo celebrado en Suecia en 1958. Por su parte, contra Corea del Sur también existía solamente un enfrentamiento anterior, una victoria mexicana por 3-1 en el torneo de Francia ’98.
Con todo lo anterior, insisto, el panorama parecía bastante poco amable, por decir lo menos. Pero ¿qué pasó? Por esas cosas raras de la vida, la selección mexicana derrotó a la selección de Alemania por la mínima diferencia aquel inolvidable día del padre de 2018.
Claro que después de derrotar a Alemania (sin importar la dosis de suerte buena o mala que le hubiera tocado a cada equipo) como diría José Alfredo Jiménez “me sentí superior a cualquiera” y no faltaron los optimistas extremos que ya veían a nuestra selección en la final y a punto de ganarla.
Un coscorrón de “estate-quieto” llegó a los pocos días cuando México estuvo a punto de quedar fuera en la ronda de grupos y pasó a la siguiente fase merced a una afortunada combinación de resultados, sobre todo la sorpresiva victoria coreana ante Alemania.
Y es que la selección mexicana es muchas veces irregular en su desempeño. Veamos por ejemplo sus resultados más recientes ante los cuatro últimos equipos finalistas de los últimos dos mundiales: a Francia (actual campeón) lo derrotó en Sudáfrica por 2-0; a Croacia (actual subcampeón) lo derrotó en Brasil 2014 por 3-1; a Alemania (ex campeón) lo derrotó en Rusia por 1-0 y con Argentina (ex subcampeón) perdió 1-3 en Sudáfrica. Total: tres victorias y una derrota. Creo que no está nada mal.
Me quedan algunas otras cosas que quisiera comentarles, pero eso será la próxima vez.
Que tengan ustedes una excelente semana.