Amables lectores, tengan ustedes un buen día.
El pasado viernes fue el día de San Valentín. Hace ya varias décadas era conocido como el "día de los novios", pero con ese nombre el campo de las actividades comerciales quedaba algo limitado. Ahora, con su nueva denominación de "día del amor y la amistad" su alcance ha crecido y el mercado ofrece una amplia gama de artículos para regalar a cualquier persona, no necesariamente el novio o la novia.
Respecto a San Valentín, hay varios santos mártires con ese nombre, pero su celebración fue retirada del calendario litúrgico en el Concilio Vaticano II. La versión más reconocida relata que se trató de un sacerdote que contravenía la orden imperial de no casar a los militares romanos (en ese tiempo se pensaba que un soldado soltero era más arrojado en la batalla). A raíz de esa desobediencia, Valentín fue decapitado. Poco más se sabe de la vida de este santo.
Ahora viene la otra parte de la festividad: el amor, que a lo largo de la historia ha sido el tema principal en innumerables obras de diversas artes y que resulta tan difícil de describir.
Hay un soneto bastante inspirado original del escritor español del período barroco Francisco de Quevedo que trata de describir el amor. El primer cuarteto dice: "Es hielo abrasador, es fuego helado, / es herida que duele y no se siente, / es un soñado bien, un mal presente, / es un breve descanso muy cansado".
La Real Academia Española define el amor en varias acepciones como "sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser" y "sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear".
Una pausa. Vamos a ver. Especialmente ese fragmento de "naturalmente nos atrae".
Hay un cuento breve llamado "Amor verdadero" de Isaac Asimov, en el que el protagonista trata de aprovechar el potencial de cómputo que tiene a su disposición para encontrar su pareja ideal de entre todas las mujeres del mundo. Aunque no se mencionan las razones, este personaje filtra a sus prospectos de acuerdo con su edad, coeficiente intelectual, estatura, que no tuvieran hijos y otros requisitos. Bueno, eso es lo que "naturalmente le atraía".
Alguna vez me tocó leer de un experimento que hicieron en un laboratorio con un grupo de ratoncitos que estaban siendo amamantados por sus progenitoras. A las mamás les untaban una esencia aromática de modo que las crías estaban expuestas directamente a ese olor durante su período de lactancia. Cuando se convirtieron en adultos, los machos eran puestos en presencia de un par de hembras: una de ellas impregnada con el aroma que había tenido la madre del macho. Con una aplastante proporción los machos escogían a las hembras cuya fragancia era similar a la que habían estado expuestos durante su crianza.
Por su parte, la antropóloga norteamericana Margaret Mead publicó que al mostrarles fotografías de mujeres blancas desnudas que eran consideradas "ideales de belleza norteamericana" a un grupo de hombres jóvenes de una tribu de Nueva Guinea, éstos le manifestaron que no les parecían atractivas. Al estar acostumbrados a ver sin ropa a las mujeres de su tribu todo el tiempo ese factor no afectó el resultado. Además, se habían criado considerando atractivos entre otros atributos el cabello ensortijado, los pómulos salientes, los labios gruesos, la piel oscura y un poco de sobrepeso.
Entonces lo que "naturalmente nos atrae" parece depender de la manera en la que hemos (o nos han) moldeado en nuestra mente como ideal de belleza, o bien alguien que se parezca a un grupo con el que nos sintamos identificados. No son pocas las parejas que físicamente se parecen.
Ahora bien. Respecto a los tiempos del amor. Hace ya muchos años, tuve la oportunidad de leer una insólita comparación del amor con la última de las etapas de una caja de velocidades de un automóvil. El autor señalaba que básicamente se trataba de tres fases de sentimiento: afecto, amistad y amor. Hacía hincapié en que, así como no se debe avanzar de primera velocidad a la tercera, tampoco conviene pasar directamente de la primera a la tercera etapa en esta "caja de velocidades sentimentales".
Aunque ocasionalmente se pueden escuchar casos de parejas que lo han logrado exitosamente. Recuerdo haber leído el ejemplo de un director de orquesta de quien se decía que había contraído matrimonio con una cantante de ópera a los tres días de haberla conocido. Años después, cuando un reportero quiso comprobar la veracidad de ese hecho, el entrevistado contestó con un terminante: "así fue... fueron tres días perdidos". Bien por ellos.
En palabras de Rafael Solano "por amor se han creado los hombres en la faz de la Tierra / por amor hay quien haya querido regalar una estrella".
Me quedan algunas otras cosas que quisiera comentarles, pero eso será la próxima vez.
Que tengan ustedes una excelente semana.