La mañana del ocho de enero de 1959, triunfantes, los jeeps con “Los Barbudos”, entraban a La Habana. A bordo de ellos, Fidel y Raúl Castro, El Che Guevara, Camilo Cienfuegos, los comandantes victoriosos de la revolución cubana que había iniciado con el desembarco del Granma con la dirigencia del M26, que desde la Sierra Maestra y luego hasta las ciudades, se impuso al ejército de Batista, el dictador que en pleno año nuevo escapaba por la puerta trasera de la historia.
El recibimiento popular fue apoteósico; el comandante Castro dio un mensaje para poner en acción, las causa y dar cauce a la revolución. Iniciaba un largo y difícil proceso: Expropiaciones, reforma agraria, impulso a la educación y la salud y el fin a décadas de dominación imperialista que habían provocado una profunda degradación social.
Pero pronto empezaron los problemas. Huelgas, boicots y un pésimo manejo de los asuntos económicos internos con expropiaciones de empresas petroleras, banca, hoteles y la escasa industria, dieron pie al colapso. Luego vino el bloqueo de los Estados Unidos, el estrangulamiento económico. Después, el fracasado intento de invasión norteamericana en Playa Girón, derrotada por Fidel. Rotas las relaciones con los Estados Unidos y en plena guerra fría, Cuba se refugia en Moscú, desatando la crisis de los misiles, un episodio que puso al mundo al borde de la tercera guerra mundial.
A muchos de nosotros, la revolución cubana nos hizo soñar que un mundo mejor y más justo era posible. Que, al fin, el socialismo triunfaba y que como dijera Salvador Allende, “De nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”. Sus causas eran inmejorables: la defensa en contra del atropello del monstruo capitalista, una lucha desigual que se antojaba imposible y que ganó muchos adeptos en el mundo. La dignidad de una pequeña nación no tenía precio. Eso se adornaba con la personalidad de Fidel, Camilo y El Che, apoyado por poderosas imágenes y frases como “Hasta la victoria siempre”.
Así inició entre muchos de nosotros una especie de cubano filia, la aceptación a todo lo que significara la Revolución sin importar sus fallas y pecados. Lo que criticábamos aquí y en otros lados del mundo, lo aceptábamos en Cuba. ¿Violaciones a los derechos humanos? Son los norteamericanos quienes difunden esos rumores. ¿Ausencia de libertades? Tengan paciencia, pues en Cuba se construye una nueva opción humanista para combatir al capitalismo exacerbado.
Las libertades las veremos después, hoy están trabajando para tener una distribución equitativa del ingreso como herramienta para mejorar las condiciones de desigualdad imperantes. La liberación del hombre por el mismo hombre.
Pero la revolución cubana se convirtió en totalitarista y jamás dio paso a la democracia. Se perpetuó un gobierno monolítico ejercido por Fidel, Raúl y ahora Díaz Canel, por ya 63 años. Agua estancada se pudre dijo el mismo Mao y se crearon inmensas deformaciones económicas y políticas; ausencia de libertades y violaciones a los derechos humanos.
La ansiada igualdad llegó…ahora todos son pobres. La pobreza jamás cedió terreno, como tampoco lo hizo la codicia humana. La igualdad de oportunidades y la satisfacción de las necesidades como condición básica de la justicia social a favor del hombre, se han enfrentado en los regímenes socialistas, pero también en los capitalistas con un poderoso enemigo: el propio hombre.
Mi abuelo José Guadalupe Durán, uno de los fundadores del partido comunista en México y de quien lamentó no haber heredado su valor y coraje, murió decepcionado de Castro y del socialismo. Lamentaba la falta de libertades, intolerancia, corrupción y opulencia de sus dirigentes que, como siempre sucede, terminaron haciendo lo que combatieron: Eternizarse y corromperse por el poder.
A quienes nos gusta la trova cubana sospechamos que el gran Silvio Rodríguez, escribió la canción “Ojalá” a Fidel y que el disparo de nieve y la luz cegadora y en especial la estrofa que dice “A tu viejo gobierno de difuntos y flores”. Silvio, jamás fue cercano a Castro, aunque si del socialismo, cauteloso decía que a él debían acusarlo de lo que escribía, no de lo que se interpretaba.
@marcosduranf