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Opinión

Asumir el riesgo de compartir a Dios

P. Noel Lozano
Por P. Noel Lozano - 30 enero, 2022 - 12:37 p.m.
Asumir el riesgo de compartir a Dios

Asumir el riesgo de compartir a Dios

Jesús, Jeremías y Pablo, tres hombres con una única misión, provocar en el pueblo un cambio y un acercamiento a Dios, escuchando un mensaje nuevo, el mensaje del amor. Enfrentan riesgos, dificultades, retos, rechazos, no obstante, el proyecto y el plan salvífico de Dios se instaurará en el corazón de los hombres. Jesús es el enviado del Padre para la salvación de los pobres pecadores, sin distinción alguna entre judíos y gentiles, como leemos en el Evangelio. La misión profética de Jesús está prefigurada en Jeremías, el gran profeta de Anatot durante el primer cuarto del siglo VI a.C, de cuya vocación y misión, en tiempos de la reforma religiosa del rey Josías y luego durante el asedio y la caída de Jerusalén, trata la primera lectura. Pablo, segregado desde el seno de su madre, prolonga en el tiempo la misión profética de Jesús, poniendo el acento en el amor cristiano, como el carisma que relativiza todos los demás y que constituye la verdadera medida.

La misión cristiana es una provocación para cada uno de nosotros. Para el hombre, cualquiera que sea su circunstancia, toda propuesta que venga de Dios es una provocación, porque le saca de su rutina, de sus esquemas mentales, de su aurea mediocridad. Jesús provoca a los nazarenos, al herir su orgullo por no hacer en Nazaret los milagros realizados en Cafarnaún, y les provoca poniendo fin a los privilegios judíos y además dando preferencia a los gentiles, sobre los judíos, como sucede en los ejemplos que Jesús pone de Elías y Eliseo. 

El ágape que Pablo propone a la Iglesia de Corinto es una provocación mayúscula para aquellos griegos educados en el culto a la razón y al eros. Ser y vivir hoy como cristiano es también provocar, pero se trata de una provocación saludable. Hay que provocar inseguridad en la mentalidad, para que se realice una verdadera conversión, cambio de mentalidad, metanoia. Hay que provocar con la “debilidad” de todo hombre, para que adquiera relevancia y sentido en toda vida humana la fuerza y el poder de Dios. Hay que provocar con las ofertillas de felicidad que los hombres compran en el supermercado de la sociedad o de la cultura, para que abran los ojos a la auténtica felicidad que está en Dios y que Dios nos da. Hay que provocar al hombre en sus miserias y ruindades, para que tome conciencia de su grandeza como imagen de Dios, como hijo de Dios. Si el cristianismo no provoca ni sacude al hombre en su interior, es que ha perdido fuerza y su razón de ser en la historia.

El ágape cristiano, como lo explica pablo, será la medida de todo. Un grave y frecuente error del hombre es confundir el contacto físico o la relación sexual, o el eros sentimental, con el amor, con el ágape. El amor cristiano no es un momento pasajero, epidérmico o sentimental, efímero como las hojas de otoño, insatisfactorio como todo “juego” egoísta y frecuentemente sensual. El amor cristiano reverbera corporal o sentimentalmente, pero su más pura esencia es interior, espiritual, divina. El amor cristiano es una actitud del alma que mide todo objeto, toda ciencia, toda relación, toda actividad, todo acontecimiento. ¿Es el amor cristiano la medida de tus relaciones con los demás, de tu vida familiar, de tu dinero, de tu trabajo o profesión, de tus diversiones? Si el amor es la medida de todo, la medida del amor es un amor sin medida. ¡Cuánto queda todavía por hacer!

Tenemos todos como Jesús, Jeremías y Pablo una misión. En estos tiempos de pandemia, especialmente, la misión del amor, del consuelo, de la empatía, de la comprensión, del acompañamiento… pero somos conscientes de que nos enfrentamos a un riesgo, el riesgo de que los hombres no escuchen ni acepten el mensaje de Dios. El riesgo también está en ser maltratados, considerados enemigos públicos, tenidos por aguafiestas y profetas de desventuras. La biografía de Jeremías está entretejida con episodios de este género. Jesús estuvo a punto de ser apedreado por los nazarenos, y Pablo vivió unas relaciones no poco tensas con los cristianos de Corinto, cuando les escribió su primera carta. Asumamos el riesgo de llevarles a los hombres a Dios, el mensaje del amor, sin miedo.

En este riesgo que asumimos nunca nos olvidemos de que no estamos solos, Dios nos acompaña y asiste siempre. Dios dice a Jeremías: “No les tengas miedo... Yo te constituyo hoy en plaza fuerte, en columna de hierro y muralla de bronce frente a todo el país”. Jesús, ante los nazarenos que quieren despeñarle, nos dice san Lucas que, “abriéndose paso entre ellos, se marchó”. ¡Qué valentía sobrehumana y qué poder de Dios en la actitud de Jesús! ¿Y acaso no muestra Pablo una fuerza divina cuando antepone el ágape cristiano a la ciencia, a la pobreza total, a las llamas, y a la misma fe?

Santa María Inmaculada, de la Dulce Espera, Ruega por nosotros.

P NOEL LOZANO: Sacerdote de la Arquidiócesis de Monterrey. www.padrenoel.com; www.facebook.com/padrelozano; padrenoel@padrenoel.com.mx; @pnoellozano

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