Una pareja de influencers colombianos se ha vuelto viral en redes sociales, pero no por una emotiva historia de amor, sino por su peculiar propuesta: pedir patrocinio de marcas de lujo para financiar su boda. Katherin Noriega y Andrés de Armas compartieron un video en el que detallan su intención de conseguir apoyo de empresas para cubrir todos los aspectos del evento, desde la decoración y el vestuario hasta los anillos y la luna de miel.
En el clip, ambos expresan que, como emprendedores y figuras virales, su boda es una excelente oportunidad para que las marcas obtengan visibilidad en redes sociales. "Queremos que seas parte de nuestros aliados soñados para nuestra boda soñada", dice la pareja mientras invita a negocios a unirse al proyecto.
La propuesta, que en principio podría parecer una simple búsqueda de "padrinos", como ocurre tradicionalmente en muchas bodas, no fue bien recibida en todas las plataformas. Aunque en Instagram varios emprendimientos se ofrecieron a colaborar con productos como maquillaje, postres, trajes de baño o cócteles, en otras redes la reacción fue muy distinta.
Usuarios criticaron duramente a los influencers, calificándolos de "migajeros" y cuestionando tanto la solicitud como la motivación detrás de ella. Comentarios como "¿Por qué pedirías matrimonio a alguien que no puede pagar su propia boda?" o "Quieren un súper matrimonio, pero sin pagar un peso", inundaron los espacios digitales donde el video fue compartido.
Las críticas también apuntaron a las marcas pequeñas que decidieron apoyar la iniciativa, y algunos internautas señalaron que no consumirían productos promocionados por la pareja.
Frente a las reacciones negativas, Katherin respondió desde su cuenta de Instagram: "Nadie le regala nada a nadie, todo es trabajo. Crear contenido no es fácil... Mal acostumbrada la gente que quiere pautas gratis", defendiendo así la idea de que su influencia tiene un valor comercial legítimo.
Lo cierto es que, lejos de generar la empatía que suelen provocar las historias románticas, la propuesta de los influencers ha abierto nuevamente el debate sobre los límites entre promoción, privilegio y responsabilidad en la era digital.