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Coahuila

Juan Carlos González enfrenta soledad y dolor en Monclova esta Navidad

Su historia revela el abandono y la soledad que enfrentan muchos migrantes en México, especialmente durante la Navidad.

Por Carolina Salomón - 23 diciembre, 2025 - 08:47 p.m.
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      Mientras la Navidad se llena de luces, mesas compartidas y abrazos que cobijan el frío, para otros la fecha pasa en silencio, a la intemperie y con el cuerpo marcado por la violencia.

      Así transcurrió esta temporada para Juan Carlos González, un migrante de 30 años que pasó casi dos semanas viviendo afuera del Hospital Amparo Pape, en Monclova, tras ser dado de alta médica.

      Juan Carlos asegura que su historia no es la que le dijeron en el hospital. Le informaron que había caído de un tren en el municipio de Frontera; él sostiene que fue arrojado por sujetos que lo golpearon en la cabeza para asaltarlo. No llevaba nada de valor.

      El saldo fue devastador: una infección severa en el pie derecho con el hueso expuesto, el fémur lesionado y el tabique nasal dislocado. "Perdí la razón, incluso ya me habían declarado muerto", relata. Hoy dice estar mejor, aunque el dolor físico no se compara con el abandono que lo acompaña.

      Ha dormido en el frío, resistiendo los cambios de clima y sana solo, sostenido por la caridad de la gente.

      Hace aproximadamente cinco años dejó Honduras, su país. Salió —cuenta— para escapar de un entorno político, el comunismo. Desde entonces su vida quedó suspendida: "No tengo país, ni fronteras, ni nada". Cree que vive mejor en México, aunque reconoce que no ha logrado establecerse. Su meta sigue siendo llegar a Estados Unidos.

      En el camino ha encontrado tanto solidaridad como peligro. Recuerda a personas que le ofrecieron trabajo en el campo —cortar tomates, dedicarse a cultivos—, pero que en realidad buscaban reclutarlo para actividades delictivas.

      También habla de la otra cara: en el Hospital Amparo Pape, aun herido, hizo trabajos de albañilería y encontró personal de salud que se preocupó por él y le ofreció alimento. "Dios siempre me ha acompañado", dice.

      Juan Carlos tiene un hijo, a quien lleva presente en el pensamiento, aunque no cuenta con familia cercana. Asegura estar completamente solo.

      En una fecha donde la armonía parece imperar, su historia recuerda que la Navidad no llega igual para todos y que, para muchos migrantes, la herida más profunda no siempre se ve: es la de la soledad, la incertidumbre y la supervivencia diaria lejos de casa.

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