El empresario Ricardo Salinas Pliego, dueño de Grupo Salinas, respondió con firmeza a las recientes declaraciones de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien lo acusó de misoginia tras insultos dirigidos a periodistas como Sabina Berman, Denise Dresser y Vanessa Romero . A través de su cuenta en X, Salinas calificó los señalamientos como parte de una campaña política para distraer a la opinión pública de asuntos de fondo.
En su mensaje, publicado el 9 de julio, afirmó: "No soy su distractor, soy un ciudadano que trabaja y genera empleo", acusando al gobierno de utilizar su figura para desviar atención de los problemas reales de México, entre ellos la inseguridad, el narcotráfico y la deuda pública. Asimismo, rechazó las etiquetas de "oligarca", "evasor" y "corrupto" que, según él, se hacen sin pruebas.
Sheinbaum había repudiado los insultos del empresario, calificándolos de "misóginos" e "inaceptables", y defendió a las periodistas agredidas, enfatizando que no se puede permitir ese tipo de lenguaje. La mandataria también recordó que Salinas mantiene un gran adeudo fiscal con el SAT, vinculándolo a su estrategia mediática.
En respuesta, Salinas acusó a la presidenta de "persecución política" y abusos de poder, y cuestionó si el gobierno federal permitiría etiquetar sin evidencias a cualquier ciudadano. Además, recordó crímenes recientes de violencia contra niñas para criticar lo que considera una prioridad equivocada del Ejecutivo.
Su mensaje concluyó: "No se trata de mí, se trata de las libertades de todos". Reiteró tres exigencias a Sheinbaum: que deje la persecución mediática, que se enfoque en problemas reales y que respalde a las víctimas de violencia.
Este enfrentamiento público refuerza la tensión entre el Gobierno federal y Grupo Salinas, agravada por el litigio fiscal que suma más de 74 000 millones de pesos, según cifras oficiales. Salinas sostiene que estos cobros son infundados y denuncia que el sistema judicial actúa con sesgo político.
El intercambio mediático pone en evidencia una disputa que trasciende lo personal: se plantea como una batalla sobre la presión fiscal, el feminismo institucionalizado y el rol público de los medios. Con elecciones en 2026 en el horizonte, ambas partes defienden su postura e intentan ganar legitimidad: Sheinbaum desde su autoridad moral, y Salinas desde su influencia mediática y empresarial.
